Guía para periodistas: cómo investigar la desinformación
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Guía para investigar amenazas digitales: cómo investigar campañas de troleo
Nota del editor: Este artículo es el primero de una serie de capítulos de la Guía para periodistas que investigan amenazas digitales, la cual será publicada en su totalidad por GIJN en septiembre durante la Conferencia Global de Periodismo de Investigación.
A lo largo de los últimos 15 años, las redes sociales han crecido a una velocidad sin precedentes. Al mismo tiempo, cada vez más gente obtiene acceso a internet. Conforme se ha rezagado la inversión en la moderación, protección y otras medidas de seguridad en las plataformas online, sus usuarios se convirtieron en blancos ideales para quienes deseaban aprovecharse de ellos. La manipulación digital es una extensión de las tácticas propagandísticas tradicionales como la distribución de información falsa, llevadas a nuevas velocidades y escalas. Sin el contrapeso del periodismo, los problemas que causa la desinformación y que parecen invencibles, bien podrían serlo.
Nota importante: el término “desinformación” no debe confundirse con la “información falsa”. Aunque a menudo se utilizan como sinónimos, existen diferencias importantes entre ambos términos que los periodistas deben comprender. La información falsa suele entenderse como un término amplio que se refiere a cualquier dato erróneo o engañoso que puede haberse compartido o propagado accidentalmente. La desinformación, por otro lado, se refiere al contenido deliberadamente falso o malicioso diseñado con la finalidad de generar miedo o sospecha dentro de una comunidad o población. La “manipulación digital” es un buen término general que puede utilizarse, particularmente cuando se informa sobre cuentas o páginas web falsas; dado que muchas veces se dedican a diseminar información verdadera con fines manipuladores.
Nuestra manera de informar sobre la manipulación digital ha cambiado a lo largo de los años conforme se aprueban nuevas leyes de privacidad, crecen las redes sociales y evoluciona nuestra manera de entenderlas. Las páginas web todavía se usan para esparcir información falsa, pero también así los influencers y las nuevas plataformas audiovisuales. En muchos países Facebook sigue siendo una de las principales plataformas en las que se comparte información falsa. Sin embargo, TikTok, Telegram y otras aplicaciones de mensajería instantánea también se han convertido en potentes medios utilizados para diseminar mentiras o crear confusión de manera deliberada.
Siendo este el caso, ¿cómo pueden los periodistas navegar este colosal ecosistema?
Antes que nada, debemos verlo exactamente como eso: un ecosistema. Una red creada deliberadamente para propagar desinformación o propaganda no es lo mismo que un desliz accidental. La principal pregunta que todo periodista debe hacerse es si está cubriendo un incidente aislado o un intento de manipulación a gran escala. Un ecosistema puede ser muchas cosas y debemos asegurarnos de definirlo bien en nuestra investigación. La manera más común de describirlo es una conexión entre cuentas en diferentes redes sociales que se coordinan para transmitir el mismo mensaje. Existen muchos indicadores y preguntas que pueden ayudarte aquí: ¿cuándo se crearon estas cuentas?, ¿cuándo se compartió el contenido?, ¿quién lo amplificó en diferentes plataformas?, ¿qué tienen en común los mensajes? Esto podría tratarse del mismo sitio web siendo promocionado en Facebook y Twitter, o varios influencers en TikTok utilizando casi exactamente el mismo lenguaje para expresarse sobre un tema en particular. Los tiempos también pueden ser reveladores. Por ejemplo, ¿hay algunos de estos contenidos que se hayan publicado con minutos o incluso segundos de diferencia en cuentas con características similares?
Los periodistas que investigan la manipulación digital deben utilizar todos los métodos tradicionales y digitales disponibles para acercarse lo más posible a las complicadas cuestiones del origen y la intención de la desinformación. Las campañas apoyadas por entidades estatales o corporaciones privadas resaltan cuando se contrastan con las incitadas por individuos que podrían haberse convertido en verdaderos creyentes de las conspiraciones. Todos estos tipos de manipulación tienen un impacto, pero varían en su intención y nivel de éxito.
No siempre es posible rastrear el origen de una campaña de manipulación digital. Han incrementado las firmas de relaciones públicas que se utilizan como frentes para la desinformación que protegen a sus clientes, añadiendo una capa más de dificultad al ya complicado tema de descifrar quién es quién en internet.
La desinformación digital es una herramienta poderosa que se ha utilizado para facilitar la depuración étnica, la violencia y la guerra. Ha tenido impactos en los sistemas de sanidad de todo el mundo, jugado un papel importante en las elecciones de la última década y ayudado a menoscabar la libertad de prensa. Para identificarla antes de que surta efecto, los periodistas deben comprender las comunidades a las que probablemente esté dirigida. Al igual que con el periodismo tradicional, que va de puerta en puerta, uno no puede introducirse directamente en el tema, echar un vistazo alrededor y comprender la profundidad del alcance del problema. Esto sucede porque la manipulación digital se aprovecha de las divisiones preexistentes en la sociedad, avivándolas, a menudo de manera peligrosa. No podemos informar sobre la manipulación y desinformación sin comprender esas divisiones en primer lugar.
Herramientas y estrategias para investigar la desinformación
Las herramientas y estrategias que se presentan a continuación tienen como meta ayudarte a descubrir información y analizar más detenidamente los datos obtenidos. No reemplazan el trabajo duro del periodismo tradicional, ni es su intención. La mejor manera de informar sobre la manipulación digital es combinar las técnicas de investigación digitales y la investigación tradicional basada en fuentes y documentación. La buena noticia es que nunca estás solo. Cada vez más investigadores, periodistas y académicos se dedican a investigar sobre las facetas de la manipulación digital. Al leer esta guía, tú mismo te estás convirtiendo en uno de ellos. No tengas miedo de pedir y dar ayuda en este campo.
Organízate: antes de comenzar tu investigación, decide cómo vas a llevar un seguimiento de las cuentas de redes sociales y otras entidades digitales que estés investigando. Las pestañas del navegador pueden acumularse rápidamente y es crucial tener un sistema para organizarte y archivarlo todo. Hunchly es la herramienta de paga preferida de muchos en la industria por su capacidad de autoguardado. Otra opción es tener una hoja de cálculo con las cuentas, páginas web, imágenes, videos y cualquier otro dato de interés en un solo lugar. Considera incluir las fechas de creación de los perfiles y el día y hora de publicación de los posts individuales para que puedas visualizar fácilmente la línea temporal. Asegúrate de hacer capturas de pantalla y tomar nota de la información que recolectes para tu investigación, ya que las publicaciones y cuentas pueden borrarse en cualquier momento.
También es importante llevar un registro de lo que estás viendo y organizar tus ideas. Puedes utilizar uno o más documentos de Google Docs como depósito central para tus notas, capturas de pantalla o intereses. También es importante archivar públicamente lo que vas encontrando. Si te registras con una cuenta en Internet Archive, tendrás acceso a una herramienta de almacenamiento masiva. Está conectada a Google Sheets y guarda todos los enlaces que recolectes. Los archivos son una mejor manera de llevar un registro de la información que las capturas de pantalla porque es mucho más difícil manipularlos y puedes utilizarlos para enlazar contenido en tus artículos. Sin embargo, algunas redes sociales como Facebook, Instagram o LinkedIn no facilitan el proceso de almacenar sus páginas. Plantéate mantener una carpeta separada con capturas de pantalla para estas páginas. También, ten en mente que los videos no se archivan automáticamente y que deberás guardarlos en una carpeta aparte.
Entiende a la comunidad: una de las tácticas de desinformación es identificar una brecha social preexistente en un país o comunidad y trabajar para aumentar las tensiones y divisiones. Publicar contenido conflictivo o hiperpartidista es una de las mejores maneras para atraer una audiencia en redes sociales. Por lo tanto, es crucial entender las comunidades que son un blanco para la manipulación. Habla con la gente de estas comunidades e intenta comprender su realidad. ¿Cuál es la raíz del problema y por qué está funcionando la manipulación? ¿Hay conversaciones que parecen manipuladoras pero son genuinas? Al sumergirte en este tipo de etnografía digital, podrás entender mejor la desinformación y, en muchos casos, predecir cuando está creándose una situación de mayor impacto antes de que ésta se desarrolle.
Considera el impacto de tu trabajo: decidir si cubrir o no una noticia sobre información falsa es un tema complejo. Por un lado, podrías ayudar a esparcirla. Por el otro, podrías frenarla. Pregúntate si la información que vas a compartir tiene algún efecto potencial o cuantificable. ¿Ha salido del ecosistema o comunidad en el que lo identificaste? ¿Es posible que cause daño físico a alguien? ¿Ha beneficiado económicamente a la persona que lo publicó? ¿Lo ha propagado alguna persona influyente en particular? Esta decisión debería tomarse en equipo, midiendo todos los daños y beneficios posibles.
Reduce el daño: una vez que hayas decidido cubrir información falsa, debes aplicar buenas prácticas periodísticas para reportarla de manera responsable. Si escribes sobre un dato falso, por ejemplo, pon la información real en el titular. En el cuerpo del texto, aplica la técnica del “sándwich de verdad”: verdadero-falso-verdadero. Esto ayudará a que los lectores recuerden la información real en lugar de la errónea. Cuando pongas enlaces, envía a tus lectores a versiones de archivo de la información falsa para evitar dar tráfico digital a los desinformantes. Por último, si incluyes una captura de pantalla, pon una línea roja con la palabra “falso” sobre la imagen. El objetivo es asegurarte de que tu investigación no ocasione daños y no ayudar accidentalmente a la difusión de información errónea o dañina.
Sé exigente al buscar pruebas: imagina que varias cuentas anónimas en Twitter están compartiendo contenido de una página web al mismo tiempo. La página está llena de información engañosa y, tras buscar los registros del dominio web, encuentras que está registrada en Rusia. ¿Acabas de descubrir una campaña de propaganda rusa? No necesariamente. En las investigaciones digitales, al igual que en las análogas, mientras más pruebas puedas recolectar mejor podrás argumentar tu conclusión. No señales culpables a menos de que tengas la evidencia para respaldarlo.
Ahora, digamos que esta página web también se ha compartido en Facebook. Cuando abres la opción de Transparencia de la página que creó la publicación, descubres que los administradores están ubicados en Rusia y que una compañía de relaciones públicas rusa está registrada como propietaria de la página. La evidencia empieza a acumularse. Pero también sabes que la información digital, como los registros de dominios y la información de los administradores de páginas de Facebook, pueden ser manipulados. Así que contactas a antiguos empleados de la agencia, que te revelan detalles sobre su operación y te dicen quién es el dueño de la agencia de relaciones públicas y te confirman otros datos. Ahora tienes argumentos mucho más sólidos para respaldar los orígenes de la campaña. Siempre debes preguntarte: ¿existen otras explicaciones posibles sobre quién es responsable de esta operación? O, ¿son irrefutables mis pruebas?
Busca los motivos: la desinformación es una estrategia. Puede utilizarse para obtener una ventaja política o financiera, para ganar influencia o incluso para cambiar leyes. Si encontraste el nombre de la persona que está organizando una campaña de manipulación digital, no te detengas ahí. Revisa sus compañías, registros de donaciones y afiliaciones políticas. Tal vez no siempre sea posible, pero cuanto más te acerques a sus motivos más cerca estarás de la verdad.
Cruza las fronteras entre redes sociales: los periodistas tienden a estudiar las plataformas más accesibles. Twitter es una de las compañías de medios sociales sobre las que más se ha investigado, en parte porque sus datos eran más fáciles de adquirir que los de otras plataformas. (Gracias a los cambios recientes en el acceso API de Twitter, ese ya no es el caso.). En cambio, ha recaído poco escrutinio sobre plataformas de podcast o Youtube, debido a la enorme cantidad de contenido que un periodista debe consumir y la falta de bases de datos. Pero al evitar las plataformas que nos son menos familiares o que requieren invertir más tiempo podemos estar perdiendo información crucial para nuestras investigaciones. Ningún usuario de redes sociales es leal a una sola plataforma y los periodistas tampoco deberían serlo.
Búsqueda avanzada: Las herramientas para investigar en línea son particularmente inestables; dependen de los caprichos de los dueños de las redes sociales, que en cualquier momento pueden modificar qué datos son accesibles para el público. Por eso es mala idea depender exclusivamente de estas herramientas para nuestro trabajo, pero hay un faro de esperanza que puede ser útil en casi cualquier investigación: la búsqueda avanzada. Utiliza esta herramienta en Twitter para monitorear las noticias de última hora o úsala en Google para obtener información de páginas web que serían difíciles de navegar de otra manera. La búsqueda es una parte crucial del trabajo de investigación digital y necesitas sentirte cómodo creando consultas y utilizando lo que te ofrecen los operadores de diferentes plataformas. GIJN tiene un tutorial fantástico para empezar a conocer esta herramienta.
Junkipedia: esta página, desarrollada por el Instituto de Transparencia Algorítmica, se creó originalmente para monitorear la desinformación y las “noticias basura”. Pero su enfoque se ha expandido —para reflejarlo, cambiará de nombre más adelante este mismo año— y ahora le permite a sus usuarios rastrear y crear listas de cuentas de una docena de plataformas de redes sociales, incluyendo sitios menos populares como GETTR y Gab, así como las principales redes sociales como TikTok, Facebook y Telegram. Junkipedia también busca y transcribe automáticamente podcasts en inglés. [GIJN también publicó un artículo a mayor profundidad sobre la capacidad del buscador de Junkipedia.]
WeVerify: esta es otra herramienta confiable e irremplazable. Fue creada por verificadores para verificadores. Puedes utilizarla para buscar por medio de imágenes y videos, comparar si fotografías han sido manipuladas y hacer un análisis de Twitter. Es una navaja suiza para los periodistas que investigan la desinformación. Funciona mejor si se utilizan sus opciones avanzadas, así que, si tienes un correo electrónico laboral, asegúrate de inscribirte a una cuenta gratuita.
Hay muchas más herramientas disponibles y el campo del periodismo sobre la manipulación digital cambia constantemente. Conforme evolucionan las compañías de redes sociales, nuestro trabajo periodístico debe adaptarse a ellas. Es crucial, en este campo, buscar constantemente nuevos enfoques. Lo que has aprendido aquí es sólo el comienzo.
Casos de estudio
Ucrania: un novedoso proyecto del medio investigativo ucraniano Texty, demostró que se crearon canales falsos de Telegram poco después de la invasión a gran escala de Rusia a Ucrania. Los canales se hacían pasar por medios locales pero “en realidad diseminaban narrativas rusas y fomentaban el apoyo a los ocupadores”. La investigación descubrió que estos canales dejaban de funcionar conforme los territorios eran liberados. Los datos de Telegram son de los más accesibles entre las redes sociales y no requieren herramientas especiales para descargar la conversación entera de un canal o recopilar datos sobre su contenido y participación. Texty creó un mapa con los datos de Telegram para demostrar la correlación entre las tropas en tierra y la propaganda en línea.
Palestina: En 2021, después de que las fuerzas israelíes atacaran la Mezquita Al-Aqsa e hirieran a más de 150 personas, Israel y Palestina acordaron un tenso alto al fuego. Pero a pesar de detener temporalmente los ataques con misiles, el armisticio sirvió poco para impedir lo que un investigador llamó “linchamientos promovidos digitalmente”. FakeReporter, un grupo de monitoreo de desinformación, identificó más de 100 grupos de WhatsApp y Telegram en hebreo que coordinaban ataques contra personas árabes en Bat Yam, una ciudad costera al sur de Tel Aviv. El llamado a la violencia llevó a ataques reales, que dejaron a un hombre —un padre de cuatro que se dirigía la playa— hospitalizado tras ser severamente golpeado, presuntamente por ser árabe. Las figuras públicas israelíes siguieron incitando el odio en línea, incluso contra los medios que cubrieron la historia. Nunca hubo suficiente información para saber quién creó los grupos de Telegram y WhatsApp, pero este caso ilustra claramente cómo la manipulación digital y el odio contribuyen a daños reales.
Estados Unidos: Se ha dicho mucho sobre el anterior presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, y sus quejas infundadas sobre un fraude electoral en 2020 y cómo esto desencadenó los eventos violentos e ilegales del 6 de enero de 2021. Un reportaje de investigación de Jim Rutenberg de The New York Times es particularmente destacable. Este señala los esfuerzos de los republicanos para menoscabar las instituciones democráticas en 2016 hasta justo antes de las elecciones de 2020. Rutenberg analiza las acusaciones falsas en varios estados, busca de dónde provenían y explica cómo se usaron para justificar cambios legislativos. La historia es una muestra magistral de cómo entender la desinformación y su relación con el poder político.
República Democrática del Congo: en este alarmante ejemplo, un puñado de administradores de páginas de Facebook congoleños lanzaron una efectiva campaña de desinformación durante la epidemia de COVID-19. Al atribuirle citas falsas a figuras de alto perfil público, como un experto en enfermedades infecciosas francés, el director de la OMS y los presidentes de Madagascar y Francia, este pequeño grupo promovió propaganda en contra de la vacunación y diseminó teorías de conspiración sobre curas falsas. Un equipo de observadores de FRANCE 24 finalmente dio con uno de ellos —un estudiante veinteañero de Kinsasa— que les confesó que difundía mentiras para hacer crecer la presencia de su página en redes sociales y generar “expectación”.
Filipinas: Aunque este es un informe académico, no una historia de prensa, no deja de ser importante para quienes están interesados en investigar sobre la desinformación. Los autores de este artículo, Jonathan Corpus Ong y Samuel Cabbuag, desvelaron el papel que jugaron los “trolls” anónimos durante las elecciones de 2019 en Filipinas. Determinaron que este segmento de internet, que hasta ahora ha sido ampliamente ignorado, resulta crucial a la hora de dirigir el discurso en línea y promover mensajes políticos. El artículo compara esta situación con la campaña de Michael Bloomberg para la presidencia de los Estados Unidos en 2020 y vale la pena leerlo tanto por sus técnicas de investigación como por sus conclusiones.
Costa Rica: Este documento técnico escrito por dos académicos registra la intromisión de supuestas “cibertropas” en las elecciones y la política de Costa Rica desde 2018. Estas cibertropas, definidas como “actores de un gobierno o partido político encargados de manipular la opinión pública en línea”, no solo jugaron un papel en las elecciones presidenciales de 2018, sino que fueron utilizadas por los partidos políticos de extrema derecha para fomentar una dura oposición a los planes del presidente para una futura reforma de los servicios fiscales y civiles. Por medio de la difusión de encuestas políticas falsas, para tergiversar la opinión pública, y noticias falsas, con la intención de dañar la reputación de su oponente, estos actores de desinformación locales generaron caos y discordia en uno de los países más estables de América Latina.
Recursos adicionales
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Jane Lytvynenko es una periodista independiente e investigadora en el Centro Shorenstein de Harvard. Su trabajo ha aparecido en el Wall Street Journal, The Guardian, The Atlantic y otras publicaciones. Anteriormente, fue redactora sénior de tecnología para BuzzFeed News, donde cubría la desinformación. Jane es de Kiev, Ucrania, y vive en Varsovia, Polonia.