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De izquierda a derecha: Giannina Segnini de Costa Rica, María Teresa Ronderos de Colombia y Marina Walker-Guevara de Argentina. Ilustración: Dante Aguilera para GIJN

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El poder de la colaboración: El CLIP y el plan para transformar el ecosistema de investigación latinoamericano

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Las semillas que formaron el plan para cambiar radicalmente la forma en que colaboran los periodistas de investigación en América Latina se sembraron en Praga en 2015, cuando tres amigas se reunieron y reavivaron un viejo sueño.

El telón de fondo era un taller intensivo que reunía a periodistas bajo la amenaza común de regímenes autoritarios; las amigas eran María Teresa Ronderos, de Colombia, Marina Walker-Guevara, de Argentina, y Giannina Segnini, de Costa Rica, un trío de algunas de las periodistas más respetadas de América Latina.

Compartían la convicción, forjada a lo largo de muchos años, de que muchas historias de su región tenían el potencial de ser transfronterizas y mucho más colaborativas, reflejando las investigaciones y los retos transnacionales a los que se enfrentan los periodistas.

“[El taller] generó ese ambiente, como que tenemos que enfrentar lo que se viene”, recuerda Ronderos. “Las tres en ese momento trabajábamos para organizaciones en Estados Unidos o Europa, y soñábamos con poder hacer lo que nos apasiona desde América Latina. Y entonces dijimos: “bueno, vamos a crear nuestro propio centro de periodismo transfronterizo, aquí en Latinoamérica”.

Aquella noche en Praga hicieron un pacto, que una de ellas tomaría algún día el relevo y haría del proyecto una realidad. Cuatro años más tarde, con Ronderos como directora y Segnini y Walker-Guevara en su junta directiva, nació el Centro Latinoamericano de Investigación Periodística (CLIP).

“Yo tenía muy claro que había un vacío en América Latina. Se estaban haciendo investigaciones transfronterizas, pero mucho más al estilo de los medios tradicionales, quienes contrataban stringers o mandaban sus corresponsales. Y dijimos esto es una colaboración entre organizaciones, porque así las organizaciones se hacen fuertes. Lo que queríamos era ayudar a fortalecer el ecosistema de investigación”, dice Ronderos.

Un inicio a toda marcha

El lanzamiento del CLIP distó de ser paulatino.

Recién creado oficialmente en junio de 2019, y con un equipo de tan solo cuatro personas, el CLIP se sumergió en dos colaboraciones transnacionales en curso que necesitaban coordinación, apoyo técnico y editorial y, en un caso, una organización portavoz para encabezar una historia demasiado peligrosa para llevar firmas. Las investigaciones involucraban a múltiples colaboradores en todo el continente, complicadas por los riesgos de seguridad y los retos técnicos. Para septiembre, ambas historias habían salido a la luz, publicadas en múltiples medios.

Faith Transnationals, una de las primeras historias de investigación de CLIP, reveló la expansión del fundamentalismo religioso en América Latina. Imagen: Cortesía de CLIP

Faith Transnationals, una de las primeras historias de investigación de CLIP, reveló la expansión del fundamentalismo religioso en América Latina. Imagen: Cortesía de CLIP

Una de ellas, Transnacionales de la fe, exigía coordinar 16 medios de comunicación de 13 países para revelar la expansión del fundamentalismo religioso en la región. El otro, el Proyecto Miroslava, pretendía sacar a la luz años de reportajes de periodistas en México sobre el asesinato de su colega, la reportera de investigación Miroslava Breach.

El primer proyecto demostró la capacidad del CLIP para centralizar y editar, su aporte para unir múltiples hilos y tejer una narrativa conjunta.

“Han sido muy importantes y exitosos en convocar a medios y periodistas para proyectos con una perspectiva regional, a partir de las experiencias locales de los participantes”, dice Carlos Dada, fundador y director de El Faro, el medio digital salvadoreño que tomó parte en el proyecto Transnacionales de la fe. “Son muy buenos para la mirada editorial transversal y para darle sentido periodístico a los proyectos. Y también para lo más complicado entre latinoamericanos: la coordinación de los participantes”.

El segundo proyecto demostró la amplia gama de sus capacidades. La participación del CLIP creó un espacio seguro para la publicación anónima frente a las represalias, añadiendo socios internacionales para completar los reportajes. Se recurrió al grupo de periodismo de investigación Bellingcat, con sede en los Países Bajos, para que ayudara con fuentes abiertas y análisis de imágenes por satélite que suplieran la investigación in situ que las amenazas volvían imposible; Forbidden Stories, con sede en París, cuya misión es “continuar y publicar el trabajo de otros periodistas amenazados, encarcelados o asesinados”, ayudó a que la historia llegara a un público internacional.

El Proyecto Miroslava documentó años de reportajes de periodistas en México sobre el asesinato de la reportera de investigación Miroslava Breach. Imagen: Cortesía de CLIP

“El trabajo del CLIP fue analizar datos, mucha edición, apoyarlos y ver cómo podíamos apretar la seguridad porque la gente tenía mucha angustia. Trabajamos parejo con ellos, dando una visión desde afuera, de cómo podía ser más fuerte. La torta estaba hecha y le pusimos la cereza para que pudiera salir públicamente”, explica Ronderos.

Para Jennifer Ávila, directora del sitio web de investigación hondureño ContraCorriente, que ha colaborado varias veces con el CLIP, la organización ha cumplido su promesa de darle un vuelco a la manera tradicional de colaborar.

“Las colaboraciones no son fáciles, hay colaboraciones que fracasan porque no hay reglas claras, porque hay egoísmos”, dice Ávila. “Seguimos colaborando con el CLIP porque hay una seriedad, un compromiso, unas reglas, un proceso, un interés también por protegernos. Creo que respetan muchísimo las audiencias de cada medio y las misiones de cada medio. Tienen una empatía muy grande, una práctica de escuchar a sus socias, y eso es algo que hace la diferencia definitivamente”.

El arranque veloz del CLIP fue tanto una prueba de concepto como una declaración de intenciones. Desde entonces, han producido artículos en colaboración con casi un centenar de medios de comunicación aliados en América Latina, además de muchos más en Europa, Estados Unidos, Asia y África.

Otras historias destacadas de los últimos años incluyen:

  • Paraísos de dinero y fe, una investigación sobre cómo, amparados en normas que protegen las libertades religiosas, algunas iglesias o sus líderes han cometido crímenes. En palabras de Ronderos, el proyecto mostró que “las iglesias estaban siendo investigadas en muchas partes por actividades criminales como lavado de dinero y otros crímenes financieros”.
  • Migrantes de otro mundo son un conjunto de reportajes sobre las miles de personas salen de Asia y África cada año y cruzan por América Latina, desafiando múltiples obstáculos y peligros, para buscar protección y un futuro en Norteamérica. “Esa investigación mostró la clase de rompecabezas que el CLIP podía armar,” dijo José Luis Peñarredonda, el Editor de audiencias del CLIP.
  • Mentiras Contagiosas, un proyecto que exploró cómo políticos, figuras públicas, publicaciones y vendedores de supuestas curas milagrosas difundieron desinformación durante la pandemia por coronavirus. En palabras de Peñarredonda: “pura investigación periodística transnacional tradicional, pero luego juntada con investigación digital, con el estudio de redes sociales para entender cómo se estaba moviendo todo, cómo esos grupos estaban reclutando, cómo estaban diciendo las mentiras, cómo se están volviendo tan influyentes y a través de qué plataformas”.
  • Viaje al centro de Odebrecht profundiza (como parte de la Red de Investigaciones Estructuradas) en el emblemático caso de corrupción, también conocido como la Operación Lava Jato, que provocó un terremoto político en 2014 cuando se conocieron las empresas brasileñas involucradas en lavado de dinero, sobornos y financiamiento ilícito a campañas. “Queremos encontrar más Lava Jatos”, dijo Giannina Segnini, al señalar cómo trabajaban con aliados para buscar patrones mediante el uso de la tecnología para profundizar en la historias.

El CLIP a su servicio

Para Ronderos, el compromiso del CLIP con la colaboración rompe con la tradicional competencia entre los medios de comunicación. Por el contrario, al centro de su filosofía está la creencia de que, en una era de sobreabundancia de información, el valor no está simplemente en ser el primero en dar la noticia, sino en trabajar de forma colectiva para elevar su calidad, en llegar a acuerdos para conseguir un efecto multiplicador para las investigaciones. En cierto sentido, el CLIP pretende ser la marea que alza todos los barcos en unísono.

“Para mí, la narrativa del CLIP sobre la importancia de la colaboración es muy valiosa”, dice Enrique Gasteazoro, director del Proyecto Regional para Medios de Centroamérica en Internews, una organización sin ánimo de lucro de apoyo a los medios de comunicación. “Más allá de que tenía el respaldo del contexto, de la necesidad que impulsaba ese tipo de colaboraciones, el CLIP fue un referente a nivel conceptual. Fue una referencia ver a periodistas cuya trayectoria está muy bien establecida apostándole a la colaboración y a romper las formas tradicionales de hacer ciertas cosas”.

Miembros del equipo del CLIP. Imagen: El CLIP

“El CLIP entra con este valor fuerte agregado a apoyar a los periodistas, no entra a decirles lo que tienen que hacer, entra a preguntarles ‘¿cómo te puedo ayudar?’”, explica Emiliana García, Gerente general del CLIP.

¿Recibiste un montón de documentos filtrados? Pueden ayudarte a procesar los datos y a encontrar una manera de abordarlos, tanto en lo técnico como en lo editorial. ¿Te preocupa la seguridad? Pueden ayudarte a encriptar tu trabajo, obtener una revisión legal gratuita o apoyar a los reporteros a salir de sus países si es necesario.

“Nosotros vemos al CLIP como un centro de soluciones y de servicio, no como un medio que está compitiendo con los demás”, dice Ronderos.

Desde el inicio, el compromiso de desarrollar y compartir herramientas tecnológicas que puedan beneficiar a otros encabeza estos servicios. Ya era el caso desde el Proyecto Miroslava, para el cual el arquitecto de datos del CLIP, Rigoberto Carvajal, creó «La Vecindad», una plataforma encriptada en la que los colaboradores pueden compartir información de forma segura.

“El CLIP siempre supo que quería desarrollar una pauta tecnológica muy fuerte. Desde el inicio ya estábamos pensando en aplicar a fondos para poder hacer desarrollos de tecnología al servicio del periodismo”, dice García.

Por un lado, se adquieren herramientas digitales para que los reporteros puedan utilizarlas de forma gratuita y se imparten talleres al costo sobre cómo utilizarlas. Por otro, los desarrollos tecnológicos internos se comparten con los colaboradores y quedan al servicio de todos los que trabajan con el CLIP. El resultado son periodistas más capacitados e investigaciones más completas, con acceso a mejores herramientas, no sólo en su trabajo con el CLIP sino también en sus propios reportajes.

Para Gasteazoro, esto forma parte de una definición más certera de lo que debe ser el periodismo transfronterizo y colaborativo, no sólo un ejercicio entre geografías, sino entre disciplinas: “El periodismo también necesita aprender de la ciencia de datos, de las ciencias más creativas, o de disciplinas de investigación más académicas. Hay que ver el concepto de transfronterizo como esta capacidad de superar las fronteras de tu propia disciplina o de tu propio sector, para aprender lecciones, atraerlas e incorporarlas”.

Es una riqueza de perspectivas que ha caracterizado al CLIP a lo largo de su crecimiento en los últimos cinco años, ya sea buscando aliados fuera del periodismo, ayudando a producir documentales, podcasts, libros en formato digital e impreso, e informes sobre IA y el machine learning.

“No había visto crecer a una organización así desde que hacía investigaciones periodísticas, es un proyecto juega un rol muy único en el ecosistema de medios en América Latina”, dice José Luis Peñarredonda, editor de audiencias del CLIP.

“Hemos logrado ampliar nuestra red de colaboradores en el continente, comenzado a trabajar con personas que no son periodistas, con ministerios digitales, con la sociedad civil, con académicos, con activistas, para hacer historias. El modelo de colaboración radical es lo que he visto crecer y madurar en estos años”.

Crecimiento gradual, con una visión

En términos de desarrollo organizacional, las bases se sentaron tres años antes del lanzamiento del CLIP, cuando el equipo obtuvo capital inicial de las fundaciones Atlantic y Tinker, seguido de una beca de Google News Initiative. A lo largo de los años, también han recibido financiación de Luminate, Open Society Foundation y la Fundación Ford, entre otros. El trabajo y la experiencia de Emiliana García, fruto de más de una década en Costa Rica, sentaron las bases para su registro como una organización sin fines de lucro en el país, elegido también por su estabilidad democrática y financiera.

A un núcleo de cuatro miembros que se unieron para las primeras investigaciones (Ronderos, García, Carvajal y el periodista Andrés Bermúdez Liévano) se sumó en 2020 Peñarredonda, seguido por otros nuevos miembros a lo largo de los años hasta llegar al total actual de 17, incluidos la administración e ingenieros de front y back-end.

A continuación, García dice que mirarán hacia el futuro con una visión tanto macro como institucional, enfocándose no sólo en la misión de investigación del CLIP sino también con el objetivo de contribuir a la industria del periodismo en general.

“Me motiva mucho esto de decir, ‘bueno, hay una crisis económica tremenda, cómo podemos ser una especie de laboratorio para que lo que nosotros rescatamos, que vemos que sirve o que no sirve, podamos pasarlo también’”, dice García.

Para Ronderos, el objetivo es garantizar que los periodistas puedan continuar su trabajo frente a la doble crisis del modelo económico de los medios y la regresión de la libertad de prensa, que ha ido desde la censura hasta el uso de software espía, ataques judiciales y físicos, y ha llevado a muchas redacciones al exilio. Fortalecer el ecosistema de investigación permite a los periodistas tener las herramientas, los datos, la ayuda y el acceso para no tener que dar un paso atrás al hacer rendir cuentas a los poderosos, y a no tener que enfrentarlos solos.

“Queremos incidir en que la gente no se sienta sola ante regímenes pavorosos”, dice Ronderos. “Para que se aseguren de que quede el registro para la historia, para el cambio, para en algún momento mostrar lo que estos regímenes están haciendo y desvirtuar su propaganda. Que esos periodistas no sientan que están solos… Acá estamos nosotros y estamos enlazados”.


Diego Courchay es editor asociado de The Delacorte Review y colaborador de GIJN. Anteriormente trabajó como productor de noticias para NBC TELEMUNDO, y como reportero Agencia EFE, Nexos y revista Proceso. Se graduó en la Universidad de Columbia en Nueva York y escribe en inglés, español y francés.

 

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