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Colaboración transfronteriza expone delitos sexuales digitales en Asia

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La artista gráfica Kaliz Lee trabajó con el equipo de reporteros del South China Morning Post para crear imágenes para la investigación. Imagen: captura de pantalla.

Una mujer de 38 años de Camboya es atormentada por un exnovio que la amenaza con compartir fotografías íntimas con su futuro esposo. Una empleada de una oficina en Hong Kong resulta chantajeada por un colega con el que no quiere salir y que sabe de un video pornográfico suyo, filmado sin consentimiento hace 10 años. Una estudiante del Reino Unido termina acosada por estafadores filipinos, después de ser engañada para realizar una videollamada íntima a través de Hangouts de Google.

Estas son las experiencias de sobrevivientes de abuso de imágenes, entretejidas por una colaboración única entre cinco organizaciones de noticias asiáticas. El proyecto, una inmersión profunda en los delitos sexuales digitales, investiga los atropellos dentro de la región de Asia-Pacífico, hogar del mayor número de usuarios de internet del mundo. Esta investigación aborda la sextorsión, el abuso sexual basado en imágenes y la privacidad digital, temas que preocupan cada vez más a medida que tenemos citas y nos conectamos en línea, compartimos nuestras fotos y videos por la red.

El equipo transfronterizo estuvo compuesto por reporteros del South China Morning Post de Hong Kong, The Korea Times, la revista Tempo de Indonesia, el Centro Filipino para el Periodismo de Investigación y ABS-CBN con sede en Manila. El proyecto ha obtenido reconocimiento por ser un sólido ejemplo de periodismo de investigación colaborativo y ético.

La investigación de seis meses fue apoyada por el Instituto Judith Neilson con sede en Sídney, un centro educativo y de otorgamiento de becas de periodismo lanzado en 2018. La propuesta fue inusual tanto por el tema central como por la forma en la que unió a estas salas de redacción.

La profesora de derecho en la Universidad de Durham en el Reino Unido, Clare McGlynn,  quien se especializa en el estudio de abuso sexual basado en imágenes, elogia cómo los reporteros combinaron el trabajo de investigación en profundidad con la realidad de las experiencias de las víctimas y la discusión de políticas. También alaba la forma en la que el proyecto se centró en las víctimas.

«Los informes se basaron en la naturaleza dañina de estas prácticas, en lugar de ser informes sensacionalistas, “clickbait”», comenta.

Un equipo transfronterizo para un tema transfronterizo

Raquel Carvalho pictured while working on an international collaboration about image-based abuse. Credit: Tu Neill/Daniel Nikolaison.

Raquel Carvalho, mientras trabajaba en una colaboración internacional sobre el abuso basado en imágenes. Imagen: Tu Neill/Daniel Nikolaison.

La idea del proyecto surgió de la redacción del South China Morning Post. «Sentimos que este era un problema que no se denunciaba y estábamos interesados ​​en explorar el alcance del abuso basado en imágenes y profundizar en sus múltiples capas», menciona Raquel Carvalho, la corresponsal de SCMP en Asia y líder del proyecto. 

Su equipo dentro de la sala de redacción del Post de Hong Kong notó que el problema se había vuelto especialmente atroz durante el COVID-19, a partir de informes de organizaciones sin fines de lucro sobre un aumento severo en los casos de abuso de imágenes. Así que presentaron la idea al Instituto Judith Neilson, que manifestó interés.

Carvalho comenzó a invitar a medios de comunicación a unirse y, al final, cinco redacciones y varios freelancers aceptaron. El equipo recién formado se reunió en línea para sesiones de lluvia de ideas en las que determinaron en lo qué se enfocarían, mientras que reconocían que las diferentes audiencias de los medios de comunicación requerían distintos enfoques de narraciones.

«Al reunir a este equipo, pudimos producir historias que arrojaron luz sobre las diferentes formas que puede tomar el abuso basado en imágenes, involucrando a mujeres, niños y también a hombres», dice Carvalho. «Esa fue nuestra premisa y creo que hemos podido mostrar cómo este es un problema transfronterizo que se está volviendo cada vez más generalizado y que se necesita hacer más en este sentido».

De nativos digitales a guardianes digitales

Screenshot of a group of journalists having a video call about the collaboration. From left to right: Raquel Carvalho, Asia Correspondent with South China Morning Post and coordinator of the collaboration; Lee Minyoung, video producer with the Korea Times; Neil Servallos, journalist based in the Philippines, who reported for the Philippine Center for Investigative Journalism; Dini Pramita, journalist with the Tempo magazine in Indonesia.

Periodistas del proyecto durante una videollamada. En el sentido de las agujas del reloj, desde arriba: Raquel Carvalho, South China Morning Post; Lee Min-young, Korea Times; Dini Pramita, revista Tempo en Indonesia; Neil Jayson Servallos del Centro Filipino para el Periodismo de Investigación. Imagen: captura de pantalla.

Entre los reporteros que participaron en el proyecto se encuentra Neil Jayson Servallos, entonces miembro del Centro Filipino para el Periodismo de Investigación y afiliado a The Philippine Star. Servallos, quien solo comenzó a trabajar en periodismo en 2018 «recién salido de la universidad», dice que está agradecido por la oportunidad de desarrollar habilidades para investigar delitos digitales.

«Muchos periodistas en Filipinas son de mi generación», dice Servallos. «Somos nativos digitales y me di cuenta de que esto era algo que deberíamos maximizar».

Al describir cómo desarrolló habilidades con la ayuda de fuentes abiertas, agrega: «Nuestra comprensión de la tecnología, las redes sociales, las comunidades virtuales, etc., debería ser un resorte desde el cual comencemos a actuar como guardianes digitales».

Servallos dice que eso ayudó a compensar la falta de recursos y capacitación disponibles para los reporteros en Filipinas, un país en el que los delitos cibernéticos han aumentado desde el comienzo de la pandemia y que reportó 1.29 millones de imágenes y videos de abuso infantil en 2020, el triple de la cantidad reportada en 2019.

Mientras buscaba «submundos criminales en el ciberespacio», Servallos encontró dos aliados en línea: un contratista y un estudiante universitario, que demostraron ser invaluables en su reportaje.

«Aparte de eso, nos arreglamos con lo que está disponible en fuentes sin fronteras como podcasts, artículos de noticias y otros materiales de partida que se ofrecen en línea», agrega. «Con más capacitación y orientación… creo que podríamos hacer más».

Para Servallos, la investigación no solo lo ha ayudado a desarrollar y afinar herramientas periodísticas especializadas, sino también le ha dado un mayor sentido de propósito en su trabajo.

«Las víctimas de delitos secretos, como la explotación sexual de niños en línea, rara vez cuentan sus historias voluntariamente debido al estigma y al riesgo de volver a traumatizarse», expresa. «Haber conocido a estos valientes niños que me contaron sus historias me inspiró a hacer más y me dio una nueva vocación».

Reportar con sensibilidad

Conducir las entrevistas con los sobrevivientes fue un delicado acto de equilibrio entre recopilar la información necesaria para las historias y mostrar respeto por el trauma de los sobrevivientes.

«Realizamos docenas de entrevistas para este proyecto: pudimos hablar con unos 20 sobrevivientes de abuso basado en imágenes en 10 países diferentes», dice Carvalho, quien explica que encontraron a sus entrevistados a través de plataformas en línea, defensores, expertos y organizaciones sin fines de lucro.

«Pienso que ser considerado y no culpar a la víctima son dos pasos muy importantes al realizar entrevistas con víctimas de abuso», expresa. «Traté de ser lo más cuidadosa posible sobre la manera en que formulé las preguntas, expliqué el proceso de presentación de informes y por qué ciertos detalles eran relevantes, e hice lo mejor que pude para respetar sus límites», comenta.

Otra consideración clave fue garantizar que se preservara el anonimato de las víctimas y evitar detalles que pudieran identificarlas o exponerlas aún más, en especial en los casos en que las víctimas sintieron que su seguridad estaba en riesgo y todavía enfrentaban amenazas de sus perpetradores.

«Algunas de las víctimas estaban experimentando problemas como depresión y ansiedad», recuerda Carvalho. «Hubo una entrevista en particular difícil con una sobreviviente que me dijo que había considerado suicidarse después de conocer que había videos de ella en Pornhub y otros sitios web».  

Gráfico de Kaliz Lee, para el South China Morning Post. Imagen: captura de pantalla.

Clare McGlynn se hace eco del punto de Carvalho de que tener cuidado al entrevistar a sobrevivientes de abuso y al describir sus experiencias de manera digna es primordial. Dice que es vital que los reporteros se abstengan de usar un lenguaje que culpe a las víctimas.

«Primero, usa los términos correctos que apoyen a las víctimas y desafíen las actitudes», expresa. «Por ejemplo, “pornografía de venganza” es una referencia que culpa a la víctima. Sugiere que la víctima ha hecho algo malo, que el perpetrador está justificado en sus acciones y que ella tiene la culpa».

«Muchas víctimas encuentran que este término obstaculiza su recuperación, ya que alimenta actitudes y su propia culpa. Términos como “abuso sexual basado en imágenes” y “abuso de imágenes íntimas” son mejores, ya que transmiten con claridad que esas acciones están mal».  

McGlynn también enfatiza la importancia de enfocarse en preguntar por qué los perpetradores, que en su mayoría son hombres y niños, están haciendo esto y qué se puede hacer para prevenirlo.

Sumergidos en un mundo oscuro

El costo emocional de escuchar, grabar y reportar con delicadeza estas historias personales se vio agravado por otras investigaciones que vinieron con el reportaje, en especial el monitoreo de una multitud de  salas de chat y sitios web de pornografía que eran perturbadores de presenciar. Los reporteros también tuvieron que lidiar con las preocupaciones de seguridad que surgieron al navegar por este terreno, ya que en el pasado se ha compartido en línea la información personal de los activistas.

Al ser una reportera de investigación con más de una década de experiencia en la región, Carvalho no es ajena a cubrir temas emocionalmente difíciles y complejos. Pero admite que el volumen y la complejidad del material tuvieron un costo emocional.

«Estar sumergidos durante varios meses en un mundo tan oscuro fue un desafío y pasó factura a muchos de los reporteros involucrados», dice Carvalho. Describió cómo, todos los días, revisaba docenas de publicaciones nuevas que mostraban imágenes impactantes, incluidos videos que mostraban violaciones y fotografías de mujeres tomadas o compartidas sin consentimiento. Describe galerías enteras con imágenes de niños pequeños, tanto niños como niñas, que se comparten y venden en línea.

«Fue inevitable sentirse abrumada y frustrada en ocasiones, sobre todo como una mujer periodista, dada la facilidad con la que está disponible este tipo de contenido y el hecho de que el impacto del abuso basado en imágenes, particularmente en niñas y mujeres, ha sido ignorado en gran medida», comenta. «También fue desconcertante monitorear las conversaciones entre los miembros de estos grupos, que se tomaron el tema muy a la ligera, así como darse cuenta de que los mecanismos de denuncia de casos de abuso proporcionados por algunas de estas plataformas en línea eran muy débiles e ineficientes».

Tener que dejar esos sentimientos a un lado e informar objetivamente sobre lo que había visto y escuchado, las consecuencias para las víctimas y las entidades que debían hacerse cargo fue un reto. Pero fue una parte importante del proceso de reportaje.

La investigación logró arrojar luz sobre un problema poco denunciado. Además mostró cómo un proyecto periodístico puede acabar con los clichés y los estereotipos en torno al abuso sexual, no solo en términos de reportaje y lenguaje, sino también visualmente. Carvalho trabajó en estrecha colaboración con la artista gráfica Kaliz Lee para garantizar que las imágenes retrataran a los sobrevivientes de manera respetuosa.

Gráfico de Kaliz Lee, para el South China Morning Post. Imagen: captura de pantalla.

Aparte, abrió nuevos caminos en la región. «Si bien las colaboraciones internacionales se están volviendo cada vez más comunes, lo cual es excelente, todavía es inusual verlo en Asia. En especial, que destaquen problemas no denunciados con un enfoque en las comunidades o historias que conectan a Asia con otras partes del mundo», expresa Carvalho. Ahora, espera que el proyecto pueda sentar un precedente para que se realicen otras colaboraciones similares.

En cuanto a los sobrevivientes incluidos en el reportaje, muchos regresaron al equipo para expresar su gratitud, junto con sentimientos de empoderamiento que surgieron al ser parte de un proyecto que arroja luz sobre un problema global que merece más atención.

Nota del editor: El proyecto de delitos sexuales digitales fue financiado por el Instituto Judith Neilson, bajo la iniciativa “Historias asiáticas”. JNI es miembro de GIJN y coanfitrión de nuestra Conferencia Global de Periodismo de Investigación 2021. El Centro Filipino para el Periodismo de Investigación también es una organización miembro de GIJN.

Recursos adicionales

Guía de GIJN: recursos para mujeres periodistas

Foro web: Cómo investigar abuso sexual (recurso inglés) 

¿Cómo investigar agresiones y abusos sexuales?

Periodistas de América Latina resisten a graves ataques, acoso y hostigamiento

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Sarah Karacs es una periodista independiente basada en Berlín. Hasta hace poco, era becaria del Observatorio Europeo de Periodismo. Su trabajo ha sido publicado por CNN, Der Spiegel, The New Statesman y South China Morning Post.

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