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Muchos de los caballos heridos fueron trasladados a un centro de rehabilitación, donde fueron intervenidos quirúrgicamente en caso necesario y curados. Imagen: Cortesía de Anita Pouchard Serra, Gatopardo
Muchos de los caballos heridos fueron trasladados a un centro de rehabilitación, donde fueron intervenidos quirúrgicamente en caso necesario y curados. Imagen: Cortesía de Anita Pouchard Serra, Gatopardo

Muchos de los caballos heridos fueron trasladados a un centro de rehabilitación, donde fueron intervenidos quirúrgicamente en caso necesario y curados. Imagen: Cortesía de Anita Pouchard Serra, Gatopardo

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Cómo un periodista desentrañó el misterio detrás de un campo de caballos abandonados en Argentina

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Se conocería como el “campo del horror”: un potrero olvidado en la provincia de Buenos Aires con cientos de caballos, algunos enfermos, otros desnutridos, muchos ya muertos.

Era el año 2019 y, por un tiempo, el caso se convirtió en noticia nacional en Argentina, e incluso llegó a los titulares internacionales. Pero a medida que pasaban las semanas, la historia se fue desvaneciendo poco a poco. Al parecer, no había nada más que decir sobre aquellos caballos moribundos.

El reportero Diego Fernández Romeral conoció el caso en su momento. Aunque pasarían años hasta que pudiera retomar la historia, había una serie de preguntas que lo inquietaban: ¿Quién podía beneficiarse de algo así? ¿Qué sentido tenía tener 700 caballos acorralados en un campo? ¿Cuál era el fin de los caballos?

Cuando Fernández finalmente estuvo listo para publicar su investigación en 2024, utilizó un formato de crónica larga para narrar esta historia de crueldad animal en Argentina, y La noche de los caballos respondió muchas de las preguntas que habían sido imposibles de saber cinco años antes.

El relato, publicado por la revista latinoamericana de narrativa Gatopardo, ganó el Premio Gabo 2024 en la categoría de texto. Los jueces elogiaron la narrativa convincente de Fernández, su reportaje sobre la red mafiosa detrás de la tragedia y cómo vinculó la historia de lo que sucedió en ese campo oculto con la corrupción y el tráfico de carne de caballo a países como Francia.

“Es una pieza memorable en todos los sentidos”, afirmaron los jueces del Premio Gabo, uno de los más prestigiosos de América Latina. “La investigación en sí, el enfoque, la calidad de la prosa… Es especialmente reveladora la forma en que detalla el horror detrás de la exportación de carne de caballo por parte de grupos del crimen organizado desde Argentina a Europa, un tema sobre el que hasta ahora se sabía muy poco”.

GIJN entrevistó a Fernández para conocer cómo armó su investigación, cómo la escritura en crónica impactó su estilo narrativo y cómo su investigación reveló las áreas grises en las regulaciones de los derechos de los animales que llevaron a esta tragedia.

Más allá de los titulares

Nadia Nisnovich, una de las veterinarias del centro de rescate de la provincia de Buenos Aires. Las fotografías tomadas para esta investigación le valieron a Anita Pouchard Serra el Premio Gabo 2024 en la categoría de fotografía. Imagen: Cortesía de Anita Pouchard Serra, Gatopardo

Cuando se conoció la noticia de los caballos abandonados, la historia fue ampliamente difundida en la televisión y la radio, y llenó las columnas de la prensa escrita. Los animales habían sido abandonados en un campo cerca del principal aeropuerto de la capital, no muy lejos de un exclusivo club de campo, pero ocultos a la vista. Algunos ya estaban muertos, otros se estaban muriendo, muchos estaban hambrientos, llenos de gusanos y enfermos. Pero aunque las imágenes de los caballos maltratados eran horrorosas, los artículos periodísticos no lograban ahondar en la compleja historia de corrupción que se escondía detrás de ellas.

“En ese momento la noticia se cierra un poco sobre sí misma”, dice Fernández, sobre el periodo de 2019 en el que la noticia estaba en todas partes. “Pero cuando dejas pasar el tiempo, la gente se aleja. En este caso, dejó de estar en los medios, se olvidó por completo”, apunta. “Con el paso del tiempo, puedes volver a las noticias y encontrarte con muchas cosas aún más sorprendentes que cuando salen las noticias”.

Aunque el ciclo noticioso finalmente siguió adelante, el caso legal continuó y las organizaciones de rescate de animales que fueron convocadas ese día continuaron su lucha para rescatar a los caballos.

Fernández tiene la costumbre de revisar viejas noticias en busca de historias que le gustaría regresar o retomar nuevamente. Esta vez, se trató del caso de los caballos en Ezeiza. Cuando comenzó a escribir para este artículo, años después de que se encontraran los animales, descubrió una nota de seguimiento de un pequeño medio digital que hacía referencia a la ONG responsable del rescate de los caballos.

Su investigación comenzó con una llamada al abogado del Centro de Rescate y Rehabilitación de Equinos para conocer el estado de la causa. Esa conversación sería el inicio de una investigación que duraría un año y que lo llevaría a contactar activistas, visitar algunos de los caballos rescatados en su nuevo santuario, revisar documentos judiciales y reunir pistas sobre una red dedicada a la venta ilegal de carne de caballo que vincula campos de la zona rural de Buenos Aires con restaurantes de Europa.

Ensamblando las piezas

A algunos de los caballos rescatados se les colocaron prótesis después de que tuvieron que amputarles las patas lesionadas. Imagen: Cortesía de Anita Pouchard Serra, Gatopardo

Entender las historias de los caballos que lograron sobrevivir al “campo del horror” fue clave para la investigación. Para ello, Fernández estableció una relación con Florencia Sampietro, directora del centro de rescate de equinos, quien lo llevó a la zona donde ahora se encuentran los caballos. La justicia otorgó a la ONG el derecho de cuidar a los animales, pero la ubicación de los caballos debía mantenerse en secreto para protegerlos.

En el campo, Sampietro detalló las historias de los animales que lograron rescatar, incluidos unos casos de caballos que tuvieron que sufrir amputaciones para sobrevivir. Algunas de las fotografías premiadas de Anita Pouchard Serra, que acompañan el artículo, muestran a los animales con prótesis. (Ella también ganó un Premio Gabo 2024 por este proyecto, en la categoría de fotografía, y el jurado elogió la “profundidad emocional” y la “atención al detalle” que capturó en las imágenes).

Entre los caballos había una yegua, Esperanza. Cuando la encontraron, tenía una pata podrida, como resultado de haberse quedado atrapada en una cerca de alambre. Más tarde le amputaron la pata en una operación que duró cuatro horas. Lleva nueve años amputada y ahora es la “guía” de Lilu, otra poni rescatada a la que sus dueños le sacaron los ojos (posiblemente porque se había asustado demasiado al tirar de una carretilla).

Otro de los ponis rescatados es Nevada, que fue encontrado desnutrido, anémico e infectado con parásitos. El proceso de recuperación de este animal tomó años, sobre todo después de que una fractura se infectara y nunca sanara.

Documentando la evidencia

El siguiente paso de Fernández fue acceder a la documentación del caso judicial que le ayudaría a empezar a conectar piezas, desde quienes robaban caballos para criarlos en campos clandestinos, hasta quienes estaban involucrados en llevarlos a mataderos y finalmente vender su carne a países europeos.

“Se abrió una segunda línea de investigación que fue cómo funcionaban las bandas del crimen organizado que se dedicaban a esto en Argentina”, explica. Esta línea de investigación le abrió las puertas a abogados, fiscales y causas judiciales que tenían un impacto vinculado a una familia en particular –un padre y sus dos hijos– que eran centrales en la historia.

Intentó durante varios meses hablar con la familia acusada de abandonar y maltratar a los animales, así como con funcionarios sospechosos de hacer la ‘vista gorda’ ante este comercio o de ser de alguna manera cómplices del mismo, pero se enfrentó a un muro de silencio.

“Eso me llevó mucho tiempo y al final no me dieron entrevistas, pero que no te den una entrevista también es algo que hay que contar”, expresó.

“Olvídalo”, le dijo Sampietro en un momento dado. “¿En qué país ves a la mafia dando entrevistas?”

Lo que sí logró Fernández fue obtener información sobre las granjas involucradas en transacciones sospechosas de animales. Llamando a los mataderos, averiguó qué tipo de caballos vendían y su costo. También se hizo pasar por acaparador, es decir, intermediario que compra caballos y luego los envía al matadero, lo que le permitió detallar el valor de la compra y establecer a cuánto se vendían los animales.

Su tercera línea de investigación fue rastrear la cadena de carne de caballo desde Argentina (donde es ilegal criar caballos para consumo humano, pero es legal exportar carne) hasta Europa. Fernández comenzó a hacer preguntas sobre cómo llega la carne a Europa, dónde se vende, quiénes son las principales empresas distribuidoras de carne, preguntas que lo llevaron a contactar a las ONG Animal Welfare Foundation en Alemania y Tierschutzbund Zürich en Suiza.

Un hallazgo que le ayudó fueron las quejas presentadas por ONG europeas en el Parlamento Europeo, que dieron lugar a una recomendación de suspender la importación de carne de caballo de Argentina debido a dudas sobre su procedencia.

Con el mapa de exportación de carne de caballo que Fernández reveló en su texto, el siguiente paso fue demostrar la corrupción detrás de esta ruta. Llevar la carne al mercado europeo sólo era posible con el visto bueno de las autoridades; de esta manera, descubrió la venta de permisos y la existencia de sobornos a inspectores que validan la exportación de carne. Una investigación realizada por la facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires demostró que de los 250.000 caballos que llegan cada año a los mataderos, sólo del 8% conocen su origen e historial médico.

Diego Fernández Romeral. Imagen: Captura de pantalla, Gabo

La investigación reveló dónde se vende la carne: en qué restaurantes, en qué supermercados y qué empresas la distribuyen. En Argentina logró contactar a un ex comisario de policía de alto rango de la provincia de Buenos Aires, cuyo rol abarcaba la prevención del robo de animales en zonas rurales, quien le dio información extraoficial sobre cómo se producían delitos como este, incluso con el conocimiento de quienes deberían impedirlo.

Según explicó al reportero, poco después del descubrimiento inicial se encontró otro campo con caballos que llevaban meses muertos, pero las autoridades no hicieron nada.

En cuanto a los autores de los hechos en Ezeiza, los grupos defensores de los derechos de los animales se enfrentaron a un dilema sobre qué tipo de cargos presentar contra los acusados: si se trataba de un cargo menor de maltrato animal, enfrentarían menos tiempo en prisión, pero sería más fácil rescatar a los caballos que aún languidecían en un campo. Un cargo más grave, como por usurpación de tierras y abigeato, habría llevado mucho más tiempo.

Durante el juicio, el padre y sus hijos acusados ​​de maltratar a los animales se defendieron asegurando que lo que se hizo con los animales había sido “por su bien y no por su mal”. Admitieron que algunos de los caballos estaban “un poco flacos”, pero aseguraron que el resto estaban en “perfectas condiciones”.

La familia recibió una sentencia suspendida de ocho meses, pero el centro de rescate de equinos apeló y llevó el caso a otro tribunal. Ese tribunal finalmente descalificó a la familia para criar animales.

Fernández hace estas sugerencias a los periodistas que investigan hechos similares:

  • Realizar el trabajo de investigación desde la periferia. Nunca intentar llegar directamente al corazón de una operación mafiosa. Hay que ir desde fuera hacia dentro.
  • Si hay un proceso judicial, hablar con los abogados que son las personas más interesadas en que se conozcan los delitos.
  • Reunir toda la información posible: esto te dará una herramienta al momento de enfrentar en las entrevistas a quienes intentarán negar los hechos.

La crónica como género investigativo

El poni Lilu se recupera en el centro de rehabilitación. Imagen: Cortesía de Anita Pouchard Serra / Gatopardo

Una vez realizado el reportaje, Fernández tuvo que pensar cuál era la mejor manera de contar la historia. En su opinión, necesitaba contar una historia que vinculara los caballos robados por menores de los barrios más pobres de Argentina con los platos que se servían en restaurantes gourmet de Europa.

“Atravesó clases sociales, países, continentes”, explica. “Y todo empezó tras encontrar un campo lleno de caballos muertos que no tenían explicación al principio”.

¿Y cómo lograr una buena crónica? Fernández recomienda dejarse conmover por los relatos. “Si no vives esas emociones, el dolor y el sufrimiento de los demás, si no tienes un vínculo sincero y genuino con las personas a las que entrevistas, si no te conmueve lo que te cuentan, es muy difícil”, afirma.

En el artículo, Fernández conectó dos historias, por un lado, la de los caballos rescatados, y por otro, la historia personal de una de las principales activistas, Florencia Sampietro, quien le contó cómo involucrarse en el rescate de los caballos le había dado esperanza y la había ayudado a superar una experiencia infantil de abuso sexual. Sampietro le dijo que se había identificado con los caballos —animales que también se ven obligados a guardar silencio ante las agresiones— y que ayudarlos le dio fuerza. A través de su historia, la pieza se convirtió no solo en una crónica del maltrato animal, sino también del maltrato contra las mujeres, lo que le dio un nuevo sentido y más profundidad a la investigación.

Fernández, oriundo del sur de Buenos Aires, realizó este artículo como periodista independiente. Reconoce que, como periodista independiente, puede resultar difícil trabajar en historias de investigación que requieren mayor esfuerzo y compromiso de tiempo, pero, por otro lado, dice que dejar que la investigación “descanse” de vez en cuando significó que aparecieron nuevos ángulos.

“Cuando encuentras una historia que tiene profundidad como la que vi en esta historia, necesitas ese tiempo”, dice. “Pude hacerlo con toda la energía que necesitaba [pero también] dejando que las cosas descansaran por momentos y permitiendo que aparecieran nuevos ángulos”.


Lucero Hernández García es periodista independiente y consultora digital en México, colaboradora de GIJN en español. Tiene una maestría en Comunicación y Medios Digitales, con especialidad en producción multimedia. Imparte talleres y enseña datos, visualización, herramientas digitales y periodismo digital. Su trabajo ha sido publicado por IJNet y ha recibido becas de Cosecha Roja, Sembramedia y la Fundación Thomson Reuters.

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