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El periodista, autor y cineasta ha dicho que investigar al narcotráfico es como trabajar en un "mundo siempre de sombras donde no todo es necesariamente lo que parece". Imagen: Cortesía de Diego Enrique Osorno.
El periodista, autor y cineasta ha dicho que investigar al narcotráfico es como trabajar en un "mundo siempre de sombras donde no todo es necesariamente lo que parece". Imagen: Cortesía de Diego Enrique Osorno.

El periodista, autor y cineasta ha dicho que investigar al narcotráfico es como trabajar en un "mundo siempre de sombras donde no todo es necesariamente lo que parece". Imagen: Cortesía de Diego Enrique Osorno.

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Investigando a México: entrevista con el periodista, escritor y cineasta Diego Enrique Osorno

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Quienes conocen a Diego Enrique Osorno dicen que nunca se detiene. La travesía del Atlántico en barco llega tras una entrevista con un capo del narcotráfico; un mes cubriendo la guerra contra las drogas precede a otros siete investigando un incendio mortal en una guardería. Un documental sobre la desaparición de un poeta da paso a una serie sobre el asesinato de un candidato presidencial; y un migrante sordomudo es tan merecedor de una biografía como uno de los hombres más ricos del mundo.

Osorno nunca se detiene. Ha escrito una docena de libros, escrito o dirigido numerosos documentales y trabajado en innumerables investigaciones para contar las historias de México y de la ciudad de Monterrey, donde nació.

Periodista galardonado, logra documentar la violencia de la guerra contra las drogas y los peores impulsos del gobierno, pero también la disidencia, el talento y la valentía. Consigue un acceso sin precedentes, que permite a sus reportajes abarcar a los poderosos y a las víctimas, y todos los matices intermedios.

Su libro más reciente, En la montaña, fue galardonado con el Premio Anagrama de Crónica 2023. Habló con GIJN durante el rodaje de más reciente proyecto.

GIJN: Conociste al poeta Samuel Noyola en 1999 y 20 años después realizaste un documental sobre su desaparición. Seguiste el movimiento zapatista desde muy joven, y ahora está al centro de tu más reciente libro. ¿Hay temas que permanecen contigo? 

Diego Enrique Osorno: Durante los años noventa transcurrieron mi adolescencia y juventud, en una década marcada por una profunda transformación económica, social y política tanto en México como en el mundo, tras el fin de la Guerra Fría. En ese momento se me atravesaron un montón de conflictos, de disyuntivas, de elecciones, de fantasmas. Creo que me he dedicado el resto del tiempo a tratar de entender el presente, porque soy periodista y trabajamos con lo actual. Pero he tenido constantemente como brújula, o como referente de mis dilemas sobre esta actualidad, los dilemas que se manifestaron en esa década.

Osorno ha escrito libros sobre el cártel de Sinaloa y los Zetas, sobre un ranchero enfrentó a los cárteles que intentaban expulsarlo de su propiedad, y sobre la persona más rica de México, Carlos Slim, entre otros muchos temas. Imagen: Cortesía de Diego Enrique Osorno.

Imagen: Cortesía de Diego Enrique Osorno.

GIJN: A lo largo del tiempo, has empleado diferentes herramientas para contar estas historias. Entre ellas, destacan tu pasión temprana por la poesía, el aprendizaje de la crónica y tu amplia trayectoria en el cine documental. ¿Cómo has elegido cada forma de narrar?

Diego Enrique Osorno: Yo creo que soy un poeta frustrado y que el periodismo me ha permitido mantener algo de cordura y tener una tierra donde arar, explorar. En particular me interesa el periodismo de investigación, y sobre todo la crónica, que para mí es la posibilidad de profundizar no solamente en los hechos, en los acontecimientos, sino en el sentido y la trascendencia de esos hechos. Lo que me interesa y lo que para mí necesita siempre la crónica, es pasar de la investigación a una inmersión. Trato de escuchar y observar mucho, antes de poder hablar y escribir. También me gusta la crónica en su formato audiovisual: el documental. El mundo audiovisual tiene otra gramática que es de la imagen y dialoga con la exploración que hay en la crónica. Trabajo inspirado en cosas de la realidad que me importan, que me laceran y que me conmueven.

GIJN: Tus entrevistas retratan personajes en extremos opuestos de la sociedad, desde la historia de tu tío Gerónimo González Garza, un migrante sordomudo, hasta la de Carlos Slim, el hombre más rico de México. ¿Qué buscas en estos retratos? ¿Cómo los eliges?

Diego Enrique Osorno: Siempre hay algún tipo de reflejo en esas personas, sobre todo cuando hago perfiles o biografías. En el caso de mi tío, es contar la historia de alguien que me enseñó el mundo del campo, de la tierra y que en cierta forma también me hizo reconciliar mi relación con el noreste de México. Yo soy de Monterrey, esta ciudad al norte del país que tiene una cultura texana. Los regiomontanos somos como texanos salvajes. Esa cultura siempre me ha conflictuado, pero cuando hice la historia de mi tío entendí muchas de las cosas de esa cultura en la que yo crecí. Casi toda mi obra tiene que ver con Monterrey. Tengo ese documental sobre Samuel Noyola, quizá el poeta más importante que ha habido en Monterrey, tengo una historia de un ranchero que se llama Alejo Garza Tamez, que defendió su propiedad en medio de la guerra del narco, y varios capítulos de mis libros de La guerra de Los Zetas y del El cártel de Sinaloa. Así como regreso los años noventa, también regreso al noreste de México. Eso me dio el retrato de mi tío.

En el caso de Carlos Slim, empecé a trabajar su biografía después de la rebelión del 2006 de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca. Ese mismo año también me tocó atestiguar la represión brutal en San Salvador Atenco por parte de las fuerzas federales, estatales y municipales, donde la policía violó a muchas mujeres. Me tocó seguir la crisis de los mineros en Pasta de Conchos [donde murieron 65 mineros] y las protestas en Lázaro Cárdenas, en Fresnillo, en Cananea.

El 2006 fue un año de mucha convulsión y eso detonó una reflexión sobre cómo era posible que en este país que yo estaba viendo, que yo estaba viviendo, que estaba contando, existía el hombre más rico del mundo. Porque justo en 2007 Slim es considerado por Forbes, por primera vez, el hombre más rico del mundo. Ese choque me laceraba, y me di cuenta que no había mucha información sobre él. La biografía partió de esa confrontación. Me gusta yuxtaponer personalidades, ideas y posiciones, estar siempre en esa perspectiva dialéctica sobre la realidad. Me di cuenta también en el proceso que la crónica latinoamericana, que es muy vigorosa, muy portentosa en el retrato de la injusticia y en el retrato de las sociedades desiguales, pocas veces logra adentrarse en las élites. Desde ahí partí con Slim.

GIJN: Has explicado que al entrevistar personajes de difícil acceso, como el narcotraficante Mayo Zambada, es importante conocer de antemano todas sus narrativas, y también tomarse el tiempo de exponer quién es el periodista, qué ha hecho, lo que sabe del tema. ¿Nos puedes contar ese proceso?

Diego Enrique Osorno: Para tener esa inmersión, uno tiene que presentarse y explicar quién es y qué está esperando en ese encuentro. Eso es algo que hago siempre, en todas mis interacciones. Cuando me acerco, les digo: “Vengo contigo porque ocurrió esto, tengo esta inquietud y quiero entenderlo mejor.” Incluso expongo mis dilemas, y trato de hacerlo con respeto, aún si es alguien con quien yo tengo una perspectiva muy crítica. Me ha tocado entrevistar a asesinos, a personas que han desaparecido a otros, que me enrabian, pero aún así, si esa otra persona va a tener la disposición de abrir algo de su experiencia que para mí hace sentido, pues tengo que tener un respeto, no por sus versiones de lo hechos, pero por lo menos en el encuentro.

En casos extremos, como en mi conversación con el Mayo Zambada, no solo era un asunto de lograr establecer un punto de encuentro común, para hacer esa inmersión que a mí me interesaba, sino era de seguridad también. Toda mi comunicación previa a ese encuentro directo había sido a través de otras personas. Es un mundo mafioso, un mundo siempre de sombras, donde no necesariamente todo es lo que parece. Me parecía muy importante que cuando nos viéramos el Mayo y yo, él supiera de mi propia voz quién soy yo, más allá de lo que lo hubieran dicho. Decirle que yo no vengo aquí por dinero, no tengo ninguna agenda más que entender. Establecer una relación de conversación, y no sólo de objetivar a la persona, sino entre dos sujetos que están hablando. Un sujeto quiere entender algo que el otro sujeto le puede ayudar a entender.

GIJN: Has retratado los movimientos sociales y las tragedias de las últimas décadas en México, así como diferentes facetas de la guerra contra las drogas. ¿Cómo individualizas cada historia, con el dolor y la complejidad que conlleva?

Diego Enrique Osorno: El periodismo que obliga el tipo de crónica que yo trato de hacer es periodismo que no nada más investiga, sino que tiene inmersión.

Tomemos el caso de la Guardería ABC. El incendio ocurre el 5 de junio, un viernes. Llegué al día siguiente. Todavía no se sabía el número de niños fallecidos, se hablaba de cinco o diez [Más de 49 niños murieron y cien resultaron heridos]. El gobierno ya estaba con una operación para ocultar el número de niños fallecidos y yo me di cuenta que había algo más allá. Me acuerdo que el lunes, cuando ya se reconoce la cifra oficial de fallecidos, llegan un montón de medios de todo el mundo para una tragedia así, casi bíblica. Del periódico donde trabajaba me dicen que hay que ir a los funerales de los niños y filmar y hablar con los padres. Me negué rotundamente. ¿Qué podías agregar al dolor que implica la muerte de un niño, y más aún, en un incendio?

Entonces comencé a investigar un documento en el que aparecían los nombres de algunos funcionarios como propietarios de la guardería. Era el resultado de un proceso de subrogación que el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) había llevado a cabo de forma irresponsable y muy disimulada… Me enfoqué en eso, no hice ninguna historia con los padres y madres.

Rodando. Imagen: Cortesía de Diego Enrique Osorno

Rodando. Imagen: Cortesía de Diego Enrique Osorno

Me quedé meses investigando y documentando lo que había pasado, siempre desde el punto de vista de la corrupción. Para mí es un incendio provocado por la corrupción, no por una falla en un aire acondicionado. Y no fue hasta siete meses después que uno de los padres, Roberto, me dice tomando un café, “oye, ¿por qué tú nunca me has preguntado mi historia?” Y le dije “porque yo estoy para escuchar, y tengo claro que lo importante es denunciar la corrupción, es visibilizar las demandas que ustedes tienen.” “Te quiero contar mi historia”, me dijo. Y lo hizo, porque yo había estado ahí.

Cuando tú logras esa inmersión es porque ya estuviste mucho tiempo ahí, tuviste la capacidad de escuchar, tuviste paciencia. En general el mundo ahora ya no tiene paciencia de nada, todo mundo quiere las cosas rápidas y al momento. Pero esa paciencia logra una inmersión. Quizás no te permite entender –nunca voy a entender lo que significa el drama de perder un hijo por un incendio causado por la corrupción– pero sí tomar el pulso humano de un acontecimiento público, trágico, histórico, pero que tiene también humanidad. Esa humanidad es la que me parece importante recoger en mis crónicas.


Diego Courchay es editor asociado de The Delacorte Review y colaborador de GIJN. Anteriormente trabajó como productor de noticias para NBC TELEMUNDO, y como reportero Agencia EFE, Nexos y revista Proceso. Se graduó en la Universidad de Columbia en Nueva York y escribe en inglés, español y francés.

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