

El periodismo de Confidencial no ha rehuido investigar al presidente de Nicaragua y a su esposa; este artículo ahondó en sus intereses comerciales. Imagen: Captura de pantalla de una ilustración de Confidencial.
Memoria y verdad: el caso de Confidencial en Nicaragua
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¿Es posible denunciar mientras se vive bajo persecución? ¿Cuando no se sabe desde dónde se será atacado, o desacreditado, amenazado, intimidado o forzado al exilio? ¿Donde las opciones son a veces tan duras como elegir entre la cárcel, el silencio o el exilio?
En Nicaragua, desde el 2007, la libertad de prensa ha caído drásticamente. El país se sitúa ahora entre los últimos puestos del Índice de Libertad de Prensa de Reporteros Sin Fronteras —ocho puestos por debajo del final de la lista—, lo que lo convierte en el peor lugar del Centroamérica y Sudamérica para ejercer el periodismo.

Nicaragua tiene actualmente el peor escenario de libertad de prensa en América Latina, según el ranking 2025 de Reporteros Sin Fronteras. Imagen: Captura de pantalla, RSF.
El régimen de Ortega se ha visto envuelto en acusaciones de corrupción, acoso y violaciones de derechos humanos. El presidente septuagenario, que actualmente cumple su cuarto mandato consecutivo, nombró recientemente co-presidenta a la primera dama Rosario Murillo, junto con nuevas reformas que, según los observadores, conducirían a la consolidación de un régimen autoritario.
Al igual que los gobiernos de Cuba, Venezuela y El Salvador, Nicaragua ha declarado a la prensa enemigo, ha cerrado o confiscado 61 medios de comunicación, ha arrestado a cuatro periodistas, ha obligado a más de 280 trabajadores de medios a exiliarse y ha despojado a 25 trabajadores de medios de su ciudadanía.
“Los medios de comunicación independientes han soportado una pesadilla de censura, intimidación y amenazas” bajo el presidente Ortega, señaló RSF en su último perfil de país. “Los periodistas son constantemente estigmatizados y enfrentan campañas de acoso, detenciones arbitrarias y amenazas de muerte. Muchos periodistas han tenido que huir del país”.
Entre ellos se encuentra el personal de Confidencial y su fundador y director, Carlos F. Chamorro. Chamorro, ganador del premio Pluma de Oro de la Libertad de WAN-IFRA en 2024 y del Premio Ortega y Gasset en 2021, se vio obligado a exiliarse en dos ocasiones bajo el régimen de Ortega, la más reciente en 2021.
En los casi 30 años de historia de Confidencial, su personal ha vivido redadas violentas, persecución y censura. A medida que el Estado iba tomando medidas represivas, los periodistas tuvieron que retirar los nombres de sus trabajos, practicando un periodismo casi clandestino. Hoy, todo el equipo editorial de Confidencial está en el exilio, no por elección propia, sino por necesidad.
GIJN conversó con Chamorro y con otro periodista que solicitó el anonimato para proteger su seguridad y la de su familia. Nos contaron su trayectoria y cómo han superado las dificultades del periodismo de investigación a pesar de la situación política en la que se encuentran.
Hacer que el poder rinda cuentas
Confidencial se fundó a mediados de la década de 1990. En ese entonces, Nicaragua había superado décadas de dictadura, seguidas de los años difíciles que siguieron a la revolución. El país aún estaba profundamente dividido, pero existía la esperanza de que una transición democrática traería un futuro mejor.
En ese contexto, Chamorro se reunió con inversionistas e intelectuales para invitarlos a apoyar sus planes: un programa de televisión llamado Esta Semana y un medio de investigación que se llamaría Confidencial.
El periodista nicaragüense Carlos Fernando Chamorro, fundador y director del diario digital multimedia Confidencial, antes de grabar una edición de Esta Semana en San José, Costa Rica. Foto: Cortesía de Confidencial
El objetivo era llenar un vacío en el periodismo de investigación en la prensa nicaragüense, apostar por un periodismo centrado en las causas y consecuencias, los porqués y los cómos. El propósito era monitorear a quienes ostentan el poder y promover el debate público, y en ese momento, se confiaba en que la libertad de prensa y el pluralismo político perdurarían.
Con un modesto capital inicial de siete mil dólares y un equipo de tres personas: un periodista, un editor y el director, comenzaron a operar en junio de 1996. Ambos proyectos buscaban llegar a los responsables de la toma de decisiones y a miembros influyentes de la audiencia, e impactar en la opinión pública. Y no tardó mucho: para 1998, Confidencial se había convertido en un medio de comunicación sostenible.
De una primavera de libertad de expresión a los allanamientos en las salas de redacción
Ortega asumió el cargo inicialmente como miembro de la junta sandinista, parte del grupo rebelde que puso fin a la dictadura respaldada por Estados Unidos en el país. Su primer mandato presidencial tuvo lugar a finales de la década de 1980, pero tras muchos años fuera del cargo, regresó al poder en 2007.
Esta vez, actuó con rapidez para consolidar el poder. Cuando Esta Semana investigó por corrupción a un agente cercano a él, desencadenó una feroz reacción por parte de Ortega. Apenas cinco meses después de su regreso al cargo, era evidente las cosas serían diferentes.
“Tras esa publicación, fui blanco de una campaña de linchamiento en los medios públicos”, declaró Chamorro a GIJN. “Me acusaron de narcotraficante y de cometer crímenes inimaginables. Mis fuentes también fueron perseguidas… Esto fue una advertencia sobre el tipo de régimen que estaba surgiendo en Nicaragua y al que nos enfrentábamos. La única manera de hacerle frente era no rendirse y seguir haciendo periodismo, aunque tuviera un precio”.
La intimidación, el acoso y el bloqueo de la información pública se convirtieron en la norma permanente, impidiendo, pero no deteniendo, el periodismo de Confidencial. «Aceptamos esto como parte de una nueva realidad. Nos enfrentábamos a un régimen que buscaba reprimir a la prensa», dijo Chamorro.
Después vino la acción legal contra una ONG que Chamorro presidía. La acusación era de lavado de dinero, pero indirectamente buscaba silenciar al medio de comunicación. Cuando Chamorro se enteró de un intento de allanamiento a las oficinas de la organización, llegó al lugar y encontró el lugar rodeado por la policía. Al negarse a abrir la puerta, la derribaron y le confiscaron equipos y computadoras.
La hostilidad del ataque sorprendió al personal, pero palidecería en comparación con lo que sucedió en las propias oficinas de Confidencial 10 años después.
Era 2018, y Nicaragua atravesaba un levantamiento político generalizado. La gente salió a las calles a protestar, primero por la reforma de la seguridad social y luego para luchar contra la violenta represión de las protestas estudiantiles. La contundente respuesta de la policía, el ejército y los grupos paramilitares provocó la muerte de 300 personas.
Cualquier tolerancia por parte del Estado que hubiera existido hasta entonces hacia la prensa independiente se desvaneció. El 13 de diciembre de 2018, a la medianoche, la policía irrumpió en las oficinas de Confidencial sin orden judicial, se apoderó del equipo y destruyó un estudio recientemente remodelado. Al día siguiente, cuando miembros del equipo llegaron para evaluar los daños, la policía tomó el edificio y les impidió la entrada.
Forzado a salir
Chamorro se vio obligado a exiliarse por primera vez un mes después. «Tuve que tomar la decisión de exiliarme para protegerme porque tenía información de que me iban a arrestar, no porque hubiera una acusación judicial, sino simplemente porque me iban a capturar para silenciarme», dijo.
Con la ayuda de redes de apoyo, escapó a Costa Rica. Lo primero que hizo, tras recuperarse del trauma de la experiencia, fue revisar cómo reorganizar las operaciones de Confidencial.
Sabía que podía contar con la generosidad del periodista Ignacio Santos Pasamontes, director de Telenoticias, la división de noticias de Teletica de Costa Rica, quien le abrió las puertas para reanudar sus transmisiones. Pero una vez que anunció su exilio en Costa Rica, el gobierno de Ortega impuso nuevas normas de censura, bloqueando la televisión abierta y los canales de cable, y obligando al canal a suspender la transmisión del programa. Esto los llevó a migrar a YouTube y Facebook Live.
Si bien hubo un breve deshielo —que permitió a Chamorro regresar a casa y abrir una nueva oficina editorial a fines de 2019— las oficinas fueron allanadas por la policía en 2021 y, en cuestión de meses, fue nuevamente expulsado del país tras ser acusado de malversación de fondos, una acusación que siempre sostuvo que era falsa.
Mientras los nicaragüenses se preparaban para acudir a las urnas ese año en lo que los críticos llamaron «elecciones de pantomima», se produjeron nuevas protestas generalizadas. Más de 40 líderes políticos, intelectuales, estudiantiles y cívicos del país, incluidos siete candidatos presidenciales de la oposición, fueron arrestados, y el clima de violencia se intensificó.
Los ataques de la policía y los paramilitares provocaron un cierre total del espacio político y cívico. Varios periodistas fueron perseguidos por la vía legal y, a pesar de las medidas tomadas para proteger al equipo de Confidencial, la redacción se exilió gradualmente.
En 2023, Chamorro y su esposa se encontraban entre más de 90 ciudadanos a quienes se les despojó de su nacionalidad nicaragüense. Las autoridades lo declararon traidor a la patria y le confiscaron su casa y sus bienes.
El dolor del exilio
La oficina del director y periodista Carlos F. Chamorro en la mañana del 14 de diciembre de 2018, tras el allanamiento del medio. Esa misma noche, la policía regresó al edificio y confiscó equipos y pertenencias. Foto: Cortesía de Confidencial.
El equipo actual del medio está distribuido en cinco países con cuatro husos horarios diferentes. Esto crea una redacción híbrida que plantea desafíos para la práctica periodística diaria, desde la planificación y la coordinación, hasta la gestión del personal.
“Hace mucho tiempo que perdí la cuenta de las veces que he tenido que reorganizar el equipo”, explicó el editor, cuyo nombre solicitó mantener en reserva. “Cambiar un plan en un mes porque algo sucede, se aprueba una nueva ley o se toma una nueva medida. Sería mentir si dijera que hay una fórmula para lidiar con esta situación; solo hay un firme compromiso con el periodismo”.
Hoy en día, el trabajo del editor en Confidencial no se limita a garantizar la calidad de un texto o el formato de una historia; también implica escuchar. «A veces, un periodista se derrumba en medio de una historia porque toca una fibra sensible o un recuerdo», añadió. Este es el dolor del exilio: dejar atrás el país y todo lo que uno conoce.
Otro desafío es la pérdida de conexión con los colegas. La camaradería es común en las redacciones: charlar en el pasillo, explicar el tema en el que se trabaja, reunirse con un editor y trabajar juntos para dirigir una historia. Los periodistas de Confidencial ya no trabajan en la misma sala.
Luego está el dolor que cada uno puede cargar, que lleva a los periodistas a cuestionar su trabajo y el camino que han elegido. Cada día, los periodistas se levantan para hacer un trabajo que, quienes ostentan el poder, no quieren que hagan. Hay días en que se sienten valientes y decididos, y otros en que se preguntan: «¿Por qué hago esto?».
La respuesta, para algunos, viene de adentro. «Hago esto porque, dentro de un par de años, me preguntaré qué hice en ese momento oscuro, y no quiero responderme que me quedé callado», dijo el editor.
A pesar de los desafíos, Confidencial ha marcado un hito en Nicaragua y Centroamérica por su forma de cubrir las historias, su relación con las fuentes y su enfoque profundo de los temas, aportando valor agregado a la información y presentando un análisis que ofrece contexto.
Algunas de las investigaciones más importantes de Confidencial a lo largo de los años incluyen «Disparaban con precisión: a matar», una investigación sobre ataques paramilitares que ganó el Premio Iberoamericano de Periodismo del Rey de España, y un reportaje de 2020 publicado con CONNECTAS sobre ejecuciones extrajudiciales en zonas rurales, que obtuvo el tercer lugar en los Premios Latinoamericanos de Periodismo de Investigación Javier Valdez. Han informado sobre política, la pandemia de COVID-19 y la red de negocios privados de la familia Ortega Murillo, una investigación que también ganó un premio COLPIN.
¿Cómo han logrado todo esto? Romper la censura forma parte del ADN de los periodistas que trabajan para el medio, pero también implica encontrar historias basadas en datos y nuevos enfoques, así como encontrar personas que puedan hablar con ellos a pesar de los desafíos del exilio.
Una audiencia fiel y una nueva estrategia de contenidos
Cuando comenzaron en 1996, el modelo de negocio de Confidencial y socios se basaba exclusivamente en la venta de publicidad impresa y televisiva.
Sin embargo, las normas de censura eliminaron una de sus principales fuentes de ingresos: la publicidad televisiva. Desde 2018, Confidencial ha buscado financiación de organizaciones internacionales que apoyan a la prensa independiente, como The Open Society Foundations, la Fundación Nacional para la Democracia (NED por sus siglas en inglés), Internews y Free Press Unlimited.
Actualmente, el 80% de su presupuesto proviene de subvenciones y el 20% restante de aportaciones de la audiencia, así como de la monetización de la web y del canal de YouTube.
Pero esa fuerte dependencia de las donaciones, señala Chamorro, genera incertidumbre porque los donantes van y vienen. Algunos ya han desaparecido: el medio se ha visto afectado por los recortes anunciados por la administración de Trump en la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID por sus siglas en inglés).
El equipo sabe que construir una relación fuerte con las audiencias y establecer alianzas con la sociedad civil nicaragüense son vitales para que, quienes pueden contribuir a la sostenibilidad del medio de comunicación, lo hagan, tanto financieramente como compartiendo su contenido.
Una de las principales prioridades del sitio se centra en las estrategias de contenido: encontrar historias que inspiren positivamente a las audiencias mientras innovan en el uso de formatos, desarrollan nuevas narrativas y cambian la forma en que se comparte el contenido en las redes sociales.
Ha habido altibajos evidentes, pero ninguno de los ataques hasta ahora ha llevado a Confidencial a suspender su labor periodística. Al contrario, incluso, la ha impulsado.
“Lo que impulsa a este grupo de periodistas es la convicción de que hacemos periodismo útil a la sociedad nicaragüense y que documentamos la historia”, afirma Chamorro. “No podemos lograr justicia, pero sí construimos memoria y documentamos la verdad de lo ocurrido en el país”.
Lucero Hernández García es periodista freelance y consultora digital mexicana, además de colaboradora de GIJN . Tiene una maestría en Comunicación y Medios Digitales, con especialización en producción multimedia. Imparte talleres y clases sobre datos, visualización, herramientas digitales y periodismo digital a estudiantes universitarios. Su trabajo ha sido publicado por IJNet y ha recibido becas de Cosecha Roja, Sembramedia y la Fundación Thomson Reuters.