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Illustration: Smaranda Tolosano for GIJN
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Burn out: pausar para recuperarse de las coberturas periodísticas

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Illustration: Smaranda Tolosano for GIJN

Ilustración: Smaranda Tolosano para GIJN

Para una periodista de investigación, el límite lo marcó un bombardeo de llamadas telefónicas nocturnas y abusivas de desconocidos que amenazaban con «destruirla». Para otra, la gota que derramó el vaso fue el momento que una campaña de odio puso al público en su contra, cuando lo único que buscaba era investigar la corrupción.

Los reporteros son atacados con frecuencia. Algunos ejemplos de lo que aguantan en su día a día incluyen violencia física, ataques a su reputación, demandas legales y agotamiento. Para quienes cubren temas de investigación, que a menudo informan sobre historias que avergüenzan a los poderosos, lo que está en juego puede ser aún mayor.

Para estas dos periodistas, una forma de escapar de la presión –de recuperarse y reponerse– fue tomarse un descanso de los plazos y las entregas. Hacer una pausa del trabajo para cuidar de sí mismas.

Ambas asistieron a la Rest and Refuge Fellowship (Beca Descanso y Refugio), con sede en Berlín, creada en 2015 como un proyecto conjunto de Reporteros sin Fronteras Alemania y la Fundación Panter. Este programa permite a los periodistas tomar distancia emocional de su trabajo y recibir entrenamiento en resiliencia y psicoterapia. A pesar de ser una de las varias becas de este tipo, la demanda supera con creces la oferta.

«Somos testigos de un gran número de solicitudes urgentes de todo el mundo», afirma un representante de Reporteros sin Fronteras, que hace alusión a las crisis de libertad de prensa en Turquía, Siria, Afganistán, Ucrania, Bielorrusia y Rusia. 

Aunque las becas no están diseñadas exclusivamente para periodistas de investigación, la naturaleza de su labor hace que constituyan una parte considerable de los participantes. En su mayoría provienen de América del Sur, Asia Meridional y Occidental y Europa del Este. 

Las cifras globales que señalan el número de periodistas objeto de ataques o que están en peligro son duras. Solo este año, 46 periodistas y cuatro trabajadores de medios han sido asesinados, mientras que 194 periodistas y ocho trabajadores de medios de comunicación han sido encarcelados, según Reporteros sin Fronteras. Otras formas de acoso –como el troleo (o trolling) en línea– constituyen también una preocupación creciente. A veces salir, así sea por poco tiempo, es la opción más segura.

«Los periodistas de investigación están más amenazados que nunca por la intimidación física», afirma Elana Newman, directora de investigación del Centro Dart de Periodismo y Trauma. En los 25 años que lleva trabajando en el centro, asegura que la situación de los periodistas ha cambiado por completo. 

«Antes, los periodistas que mostraban sus credenciales estaban protegidos. Ahora están en el punto de mira», explica. «Muchos periodistas de investigación están en alerta máxima todo el tiempo, hípervigilantes. Si pasas mucho tiempo en ese estado, tu cuerpo se encuentra en alerta para responder al peligro y tarda mucho tiempo en dejar de estarlo una vez que te alejas de una situación peligrosa”.

Reporters Without Borders chart of journalists killed in 2022

El barómetro de Reporteros sin Fronteras muestra el número de periodistas y trabajadores de los medios de comunicación asesinados año tras año. A falta de dos meses, 2022 podría ser el peor año desde 2018. Imagen: captura de pantalla, Reporteros sin Fronteras

De Serbia a Berlín

La reportera de investigación serbia, Dragana Pećo, es una de las becarias de Rest and Refuge de este año.

Pećo llegó a Berlín tras muchos años como periodista en Serbia, donde formó parte del equipo que creó KRIK, una organización miembro del GIJN y un medio digital independiente centrado en la corrupción y el crimen organizado.

«Los últimos siete años han sido muy intensos. Muchos proyectos. Los Papeles de Panamá, los Papeles de Pandora, historias internacionales», dice.

Cuenta que lo que sigue a cada nueva historia es un aluvión de ataques en los tabloides locales y en la televisión, campañas de desprestigio y aterradoras amenazas anónimas en las redes sociales. «Deberían ponerlos a todos en fila y fusilarlos», fue uno de los comentarios que recibieron los miembros de KRIK, recuerda. Además, el equipo tenía pruebas que sugerían que su lugar de trabajo había sido intervenido.

«No podía soportar el ambiente. Sentí mucha agresividad por parte del público», explica. «Cuando estaba en la calle, sentía que la gente me odiaba, me reconocía… El gobierno está impulsando esta narrativa de que estamos traicionando a nuestro país, cuando lo que estamos haciendo es publicar cómo se gastan nuestro dinero». 

La experiencia resultó tan aislante como aterradora y angustiosa. Hace cinco años, el apartamento de Pećo fue allanado. No le robaron nada, pero sus pertenencias quedaron patas arriba. Pećo cree que fue un acto de intimidación y esa experiencia aumentó su ansiedad y desconfianza.

«Por eso estoy aquí, necesito recuperarme. Ahora tengo problemas de salud, por el estrés», afirma. «Necesité tres meses para despertarme y estar tranquila sabiendo que esto no es Serbia, y que nadie me sigue. Y la gente en la calle, cuando mira su teléfono, no me está filmando en secreto, tan solo está enviando un mensaje a alguien».

“Si el periodismo está amenazado, la democracia también lo está»

Como muchos periodistas de investigación, Salma entró en la profesión movida por una justa indignación. Había crecido observando la corrupción rampante y el abuso de poder, y tenía un fuerte deseo de mejorar su comunidad. 

«Me daba cuenta de que ocurría esta cosa mala, y aquella otra, que en todas partes la gente hacía cosas malas. Y también me las hacían a mí», recuerda. «Pensé que lo que están haciendo está mal, y pensé en cómo puedo detener esto».

Salma –periodista del sureste asiático que ha pedido que no utilicemos su nombre real ni su país de origen, por razones de seguridad– dice que su inspiración llegó cuando vio una nota en el periódico más importante de su país en la que se invitaba a los civiles a escribir con posibles investigaciones.

En ese momento todavía era estudiante. Sin embargo, su curiosidad la llevó a darse cuenta de que una escuela cercana se vio obligada a cerrar debido a las inundaciones. Entonces, se enteró de que un diputado local había recibido los fondos para resolver el problema, pero no había hecho nada. Así que envió una carta al periódico.

Poco después, los reporteros llegaron al lugar y en una semana el problema estaba solucionado. Desde entonces, se dedica al periodismo de investigación y ha producido varios artículos premiados para la prensa nacional.

Los numerosos riesgos a los que se ha enfrentado Salma como periodista han dado sus frutos en términos de reconocimiento nacional e internacional, pero también han supuesto mucha atención indeseable, no solo para ella sino para su familia. Se ha enfrentado a presiones y acoso desde varias direcciones, incluyendo cuando prestó su apoyo público a otra periodista de alto nivel que había sido atacada.

«Cuatro personas con máscaras se presentaron ante mí, me amenazaron a mí y a mi familia”, cuenta al recordar un siniestro incidente que siguió a un artículo que había publicado. En otra ocasión, recibió una serie de llamadas telefónicas a todas horas para intimidarla con «destruirla» y difundir un falso vídeo pornográfico de ella.

«Estaban creando un infierno en mi vida», cuenta. «Me fui enfermando poco a poco. No podía dormir ni comer bien, y mi cuerpo se debilitaba. Era demasiada presión mental».

Cuando consiguió un lugar en la beca de 2020 en Berlín, estaba ansiosa por tener la oportunidad de relajarse, reagruparse, adquirir habilidades y hacer contactos que pudieran ayudarla al volver a su país.

Espacio para recuperarse

Parte de lo que hace que la beca de Berlín sea valiosa es la promesa de que los periodistas no tienen que hacer ningún trabajo. Se trata de un periodo de recuperación que les da el espacio para reflexionar y centrar su atención hacia dentro de sí. Los periodistas llegan ahí, tras haber experimentado tanto estrés que su estado emocional y físico suele ser bastante agudo. Los participantes tienden a enfermarse en las primeras semanas de su estancia, según el personal, cuando al fin pueden bajar la guardia.

La inclusión de la psicoterapia invita a los periodistas a empezar a procesar algunas de sus experiencias más difíciles. Este tipo de recursos hablan del creciente conocimiento en torno a la salud mental que se está dejando su huella en el mundo del periodismo, a medida que el estigma de pedir ayuda y apoyo empieza a desaparecer.

Esta es una tendencia que ha observado y que aplaude la periodista de investigación mexicana Marcela Turati. Lleva años queriendo crear un refugio: apoyaría con la presencia de terapeutas especializados en traumas a sus compañeros, que se enfrentan a un enorme miedo y trauma dentro de su país. “Somos como corresponsales de guerra en nuestra propia tierra», afirma.

«Hay una violencia horrible desde hace años», agrega Turati.

En lo que va de año, 36 periodistas mexicanos han sido asesinados o han desaparecido, una de las cifras más altas del mundo. «En muchos lugares, la gente se siente quemada (burned out), con el corazón roto, perdiendo el sentido de lo que hacen. Están rotos por dentro. Pierden la fe, pierden la empatía», reflexiona.

Una de las responsabilidades de Turati en Quinto Elemento Lab, una organización de investigación que cofundó, es apoyar a los periodistas que cubren la crisis de los desaparecidos en México. En ese papel, busca terapias para reporteros agotados que están tan acostumbrados a tales niveles anormales de estrés que dejan de sentir cualquier tipo de miedo. 

«Empiezas a normalizar el estrés y el peligro. Te desconectas de ti mismo y estás demasiado cansado para tomar cualquier medida de autocuidado físico, digital o emocional», dice. «Esto es un problema grande, porque a veces estás bajo amenaza y no lo percibes porque estás demasiado cansado. Así que optas por apagar tu alarma de peligro. Y eso es peligroso».

Una parte fundamental del proceso de curación –en opinión de Turai– es tener un espacio para sentirse seguro y comprendido, así como la oportunidad de conectar con personas que pasan por traumas similares, bajo la guía de especialistas de confianza. Para su refugio soñado, imagina una casa rural donde los periodistas puedan beneficiarse de diversas terapias que les ayuden a superar lo que han vivido.

«Por supuesto, no soy la única periodista que piensa así», dice Turati. «Tenemos una generación de periodistas que tiene que lidiar con estas cosas y hace falta buscar una solución comunitaria, porque no todos pueden enfrentarse a ello de forma individual».

Luchar –y rodar– por la libertad

La simple libertad de andar en bicicleta por Berlín dio a la reportera serbia Dragana Pećo el respiro que tanto necesitaba de su estresante trabajo como periodista de investigación. Ilustración: Smaranda Tolosano para GIJN

En Berlín, tanto Salma como Pećo, se han apoyado en esa red periodística más amplia, a la vez que han empezado a procesar sus experiencias y a prestar atención a sus propias necesidades y bienestar. 

Para Pećo, eso significó centrarse en encontrar la alegría en las cosas pequeñas y tiempo para sí misma.

«Cuando alguien me pregunta qué se siente estar en Berlín, digo: ‘Estoy respirando’ porque no hay contaminación atmosférica y porque estoy respirando la libertad de todo», dice.

«Mi recuerdo más feliz fue recorrer Berlín en bicicleta, sin mapa. Estuve andando durante seis horas. Cuando crecía, siempre andaba en bicicleta en mi pueblo de Serbia», recuerda. «Sientes una especie de brisa y no tienes que pensar en nada más. Me sentí casi como cuando tenía 12 años. Me sentí muy feliz».

La beca enseñó a Pećo, quien desde entonces ha vuelto a trabajar en KRIK, que tiene que encontrar una mejor manera de desconectarse de su trabajo cuando pueda. «Quiero estar menos estresada. Necesito encontrar tiempo para mí… Nosotros [los periodistas] solo pensamos en nuestro trabajo y en las historias, y no nos enfocamos en nosotros mismos como seres humanos», comenta. «Deberíamos invertir en nosotros mismos ahora, antes de que sea demasiado tarde».

Para Salma, su salud se deterioró con rapidez cuando llegó a Alemania y empeoró al enterarse de la muerte de su padre por un derrame cerebral. «Fui muy valiente hasta la muerte de mi padre», dice. «Solía decir: ‘Esté donde esté, lucharé’. Pero ahora, desde que murió mi padre, pienso ‘¿por quién debo luchar?'».

Ahora está buscando asilo en Alemania y permanece en mal estado de salud física. Pero también asiste a clases de alemán, estudia cursos de ciberseguridad y está decidida a volver a trabajar, una vez que su familia esté a salvo fuera de su país. 

«Me han atacado», asevera. «Eso significa que están atacando la democracia. Si se ataca a un periodista, significa que se ataca a todos los periodistas. Tenemos que estar unidos y apoyarnos mutuamente».

Recursos adicionales

Recursos para reporteros que afrontan el trauma

Marcela Turati sobre una carrera dedicada a investigar la crisis de los desaparecidos en México

Lista de subvenciones y becas para periodistas del GIJN


Sarah Karacs es una periodista independiente con sede en Berlín. Fue becaria del Observatorio Europeo de Periodismo y su trabajo ha sido publicado por CNN, Der Spiegel, New Statesman y South China Morning Post. Puede leer sus anteriores artículos publicados por GIJN aquí.

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