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Por qué cubrir el medio ambiente significa arriesgar la vida

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Periodismo sobre minería y ecología

Imagen: Shutterstock. Hacer reportajes sobre minería y ecología puede ser peligroso para periodistas de investigación en muchas partes del mundo.

El 1 de junio de 2015, la policía de la India irrumpió en la oficina de Jagendra Singh y vertió gasolina sobre él. Falleció a causa de las quemaduras una semana después.

Sandeep Sharma murió de manera instantánea. Lo atropelló un camión volcador el 26 de marzo de 2018, mientras conducía su motocicleta por una carretera rural. Ambos periodistas estaban investigando a la “mafia de la arena” de la India.

La arena para la construcción se ha convertido en una materia prima escasa y la alta demanda ha impulsado al crimen organizado a participar en el “negocio”, minando arena ilegalmente en las costas y reservas marinas, causando daños significativos al medio ambiente.

Se sabe que la arena de construcción se ha convertido en una materia prima escasa y la alta demanda ha impulsado al crimen organizado a participar en el “negocio”, minando arena de forma ilegal de las costas y reservas marinas, causando daños significativos al medio ambiente.

Cada año se minan 50 mil millones de toneladas de arena en el mundo para hacer concreto. Después del agua, es el recurso natural que más se consume en el planeta.

Los testimonios por parte de personas del rubro y de observadores ayudan a revelar lo peligroso que se ha convertido el periodismo medioambiental en muchos países del hemisferio sur. 

“La mafia de arena india está enriqueciéndose y la violencia que trae consigo sigue creciendo”, explica el periodista Vince Beiser, autor de “The World in a Grain: The Story of Sand and How it Transformed Civilization (El mundo en un grano: la historia de la arena y cómo transformó a la civilización)”. 

En India, al igual que en muchos países del hemisferio sur, los periodistas mueren en silencio o sufren torturas, lejos del foco de los medios de países más prósperos.

La cantidad de periodistas medioambientales que han sido asesinados desde 2009 podría llegar a 30, según el Comité para la Protección de Periodistas (CPJ, por sus siglas en inglés) con sede en New York, sin contar los más de mil activistas medioambientales que han muerto en los últimos diez años.

Lo más grave es que sus asesinatos a menudo quedan impunes, según señala Eric Freedman, profesor de periodismo en la Universidad Estatal de Míchigan: “No ha habido condena, por ejemplo, por el asesinato de la periodista de radio colombiana María Efigenia Vásquez Astudillo, ocurrido el 8 de octubre de 2017, a quien le dispararon mientras cubría un movimiento indígena por la recuperación de tierras ancestrales convertidas en granjas, centros turísticos, y plantaciones de azúcar”.

En las palabras del CPJ, que lleva un registro de los periodistas asesinados cada año desde 1992: “el asesinato es la forma definitiva de la censura”.

Los periodistas que cubren el medio ambiente en países en vías de desarrollo no saben con certeza al salir de casa si regresarán con vida. “Cubrir el medio ambiente en países donde los periodistas no reciben respeto ni protección requiere mucho coraje y valentía”, explica Freedman.

Enfrentar encarcelamiento y multas

Rodney Sieh, 46, tuvo “suerte”. El periodista liberiano fue sentenciado a 5000 años de encarcelamiento y una multa de 1.5 millones de dólares por difamación, tras un reportaje que publicó sobre la presunta malversación de fondos destinados a combatir la dracunculiasis, mejor conocida como “enfermedad del gusano de Guinea”, una infección de parásitos contagiosa. Esto ocurrió el 21 de agosto de 2013.

Sieh, fundador del diario FrontPage Africa, fue liberado al cabo de cuatro meses.

“La prisión central en Monrovia [la capital de Liberia] fue construida para albergar unas 300 personas. Cuando llegué para cumplir mi condena de 5000 años, había más de 700 presos”, escribió en el libro “Journalist on trial” (Periodista en juicio). “Más de la mitad estaban presos sin ningún tipo de juicio. Había unos siete prisioneros en mi celda, en un espacio diseñado para cuatro personas. No había inodoros: solo un agujero sin tapa, y el hedor que salía de allí no me dejaba dormir. En solo unos días contraje tifoidea, malaria y fiebre alta. Terminaron llevándome al hospital”.

La Prisión Central de Monrovia está en condiciones de deterioro avanzado y saturada de prisioneros. Liberia ha experimentado un proceso de reconstrucción desde 2003, después de dos guerras civiles que dejaron más de 150.000 muertos. Sin embargo, modernizar su sistema penitenciario está muy lejos de ser una prioridad.

Sin el apoyo que recibió de los medios occidentales, Sieh hubiese tenido problemas para salir. “Mi situación es un buen ejemplo de los problemas que enfrentan los periodistas que trabajan en un continente dominado por una élite, que no acepta escuchar críticas. Hizo falta presión internacional, específicamente de The New York Times, para que el gobierno del expresidente Ellen Johnson Sirleaf me liberara”, afirmó.

En general, los medios en África están estrechamente conectados con las autoridades. Por ende, hay poca esperanza de apoyo de los órganos de prensa, que muchas veces pertenecen al Estado y son simples medios de propaganda.

Cubrir temas medioambientales es peligroso

La especialización más peligrosa, superada solo por los conflictos armados, es cubrir el medio ambiente en países en vías de desarrollo, según la CPJ. Ser un “periodista verde” es equivalente a ser un corresponsal de guerra.

La gran mayoría de periodistas ambientales asesinados trabajaban en Latinoamérica, cubriendo temas de deforestación, caza furtiva, la industria agraria, la contaminación de ríos por la minería o, incluso, la monopolización de tierras para producir aceite de palma, usado en productos como el champú.

“Brasil encabeza la lista de países que asesina periodistas y activistas medioambientales”, señala Bernardo Motta, miembro de la Sociedad de Periodistas Ambientales (SEJ, por sus siglas en inglés), una asociación americana de prensa con sede en Pensilvania.

Joel Simon, director ejecutivo del CPJ, confirma que los periodistas que cubren temas ambientales en países del hemisferio sur a menudo encuentran obstáculos, como intereses económicos y financieros, luchas de poder, crimen y corrupción.

Christophe Deloire, secretario general de Reporteros Sin Fronteras, señala las trágicas consecuencias que sufren ocasionalmente los periodistas asignados a los problemas ambientales: desde censura hasta autocensura, acoso, presiones y ataques. 

Investigar sobre el medio ambiente puede ser tan arriesgado para los periodistas como investigar sobre carteles o redes criminales. De Latinoamérica hasta Asia, pasando por África y Europa, los reporteros han sufrido dificultades en los últimos años por mostrar un interés ligeramente elevado por las actividades ilícitas en las que participan empresas multinacionales u otras entidades poderosas.

Freedman, quien ha comenzado a estudiar el destino de los periodistas ambientales en la antigua Unión Soviética, afirma: “adicionalmente, ha habido una cantidad de controversias con respecto a las industrias de extracción (minas, explotación forestal, energía) o industrias de desarrollo (construcción, desmonte y limpieza) que han preocupado a las comunidades indígenas con poco poder económico o político, y sus recursos naturales o tierras”.

Genevieve Belmaker, una periodista de Mongabay –una plataforma de medios en línea dedicada al medio ambiente que se estableció en 1999–, considera que la percepción común del periodismo ambiental muchas veces no toma en consideración la cruda realidad.

“La mayoría de los reportajes sobre medio ambiente los hacen reporteros independientes en condiciones difíciles, en ubicaciones lejanas y aisladas. Estos periodistas están expuestos en el sitio. Si estás en el bosque de Liberia a siete horas en jeep del pueblo más cercano, está claro que el riesgo de que algo salga mal esmayor. Se rastrean sus movimientos. Tan solo pasar la noche en el Amazonas o el Congo tiene sus propios peligros y allí es donde se realizan muchas de las historias importantes sobre el medio ambiente”.

Guía para periodistas medio ambiente

Ilustración: Marcelle Louw para GIJN. La guía de GIJN para cubrir el tráfico ilegal de animales y plantas silvestres resaltó los riesgos y dificultades de reportear sobre este tema que no se ha cubierto suficiente.

Se cree que casi la mitad de los periodistas ambientales asesinados estaba investigando escándalos que implicaban a la industria minera. No solo del cobre y carbón, sino también de vanadio, erbio y antimonio, que son metales raros que se usan en la fabricación de teléfonos celulares, baterías para carros eléctricos, turbinas eólicas y paneles solares.

Desde 2009, RSF calculó que al menos 15 % de los periodistas asesinados en el mundo cada año estaban cubriendo el medio ambiente.

Sin embargo, Catherine Monnet, editora en jefe adjunta en RSF hace la siguiente distinción: “creo que la cifra de 15% citada por el representante de RSF en 2009 incluía todos los actos de violencia y violaciones de las leyes asociadas con problemas ambientales, no solo asesinatos (la cifra parece demasiado alta)”. 

“Desafortunadamente, nosotros no hemos hecho una referencia cruzada de nuestros datos sobre todos los actos ilegales reportados durante los últimos cinco años y no tenemos el porcentaje correspondiente. Por ende, no puedo confirmar que la tendencia se mantenga”.

Más allá de las cifras exactas, la situación sigue empeorando para periodistas ambientales en países en vías de desarrollo.

Abandonados a su suerte 

En agosto de 2020, RSF hizo sonar las alarmas una vez más: desde 2015, cada año han asesinado al menos a dos periodistas por sus investigaciones sobre deforestación, minería ilegal, monopolización de las tierras, la contaminación, las ramificaciones medioambientales de la actividad industrial o importantes proyectos de construcción de infraestructura.

Como resultado, cientos de periodistas están dando la espalda al medio ambiente por ser muy peligroso, según palabras del periodista independiente británico-americano Peter Schwartzstein, ubicado en El Cairo: “digo esto basándome en decenas de entrevistas con colegas en el mundo”.

En Asia también se observa la tendencia. “Los periodistas ambientales en India están rindiéndose con el medio ambiente y cambiando de especialización, por la presión a la que están sometidos”, afirma el periodista indio Sibi Arasu. “En especial, quienes escriben artículos sobre el medio ambiente para periódicos en el idioma regional indio, a diferencia de aquellos que escriben en inglés. Esto se debe a que no cuentan con una red o estructura de apoyo cuando cubren temas controversiales”. 

“En muchos casos, los periodistas son identificados personalmente como blancos por varias partes interesadas, que se ven afectadas por la cobertura de la destrucción del medio ambiente”, afirma. “Esto hace que tengan miedo a publicar estas historias y genera un exceso de autocensura”.

Desde 2004, la Earth Journalism Network (EJN) ha organizado pasantías y becas para periodistas en países en vías de desarrollo para ayudarlos a hacer una mejor cobertura del medio ambiente.

Miles de periodistas han recibido ayuda de la EJN, y no solo en países en vías de desarrollo. Sara Schonhardt, quien fue hasta hace poco editora en jefe, hace énfasis en que la misión de la organización ubicada en Washington es garantizar que los periodistas estén mejor equipados para cubrir temas ambientales.

“Reconocemos las numerosas amenazas que enfrentan en muchos países en vías de desarrollo los periodistas en general y los periodistas ambientales en particular”, dijo cuando todavía estaba en EJN. “Por esto, organizamos talleres sobre seguridad y protección para dar a los participantes información sobre las amenazas que enfrentarán, desde el acoso físico hasta la violencia, pasando por los riesgos en línea como el hackeo o la invasión a su privacidad”.

A juicio de Bernardo Motta, de la Sociedad de Periodismo Ambiental, estos talleres no son suficiente: “por supuesto, es necesario que haya más capacitación en protección y seguridad. Pero esto no hace nada por la protección de los periodistas si sus propios gobiernos están en su contra desde el principio. Debe haber una presión económica internacional más grande para permitir que estos periodistas trabajen sin vivir en un entorno de miedo”.

Esta opinión la comparte Schwartzstein: “lo imperativo de las organizaciones internacionales y los gobiernos liberales está claro. Deben financiar el periodismo ambiental, proteger y capacitar a los reporteros, y elevar la importancia de su trabajo. La comunidad internacional debe luchar contra los negocios clandestinos, muchos de ellos susceptibles a presiones exteriores. Se necesita mostrar a los gobiernos deshonestos que sus abusos tienen consecuencias. Sin estas medidas, mucho del medio ambiente mundial seguirá desintegrándose incluso más rápido de lo que podría hacerlo”.

El apoyo occidental a estos periodistas no es suficiente para contrarrestar los peligros a los que se enfrentan y lo que está en juego en su trabajo, según el periodista Beiser.

“En mi opinión, debe haber más periodistas ambientales entrenados en seguridad que los corresponsales de guerra”, dijo. “La contaminación y los daños a los recursos naturales afectan a los miembros más vulnerables de la sociedad. El hecho de que los periodistas que cubren estos problemas sean tan vulnerables es inquietante, en especial porque sus agresores muchas veces quedan impunes”.

En cualquier caso, algo es seguro: los periodistas ambientales en el hemisferio sur quedan a su suerte cuando se trata de defenderse, ya que el sistema judicial en el país donde están no hace lo que le corresponde, si es que existe.

Visión etnocéntrica de los grandes medios

Medios periodismo medio ambiente Forbidden stories

Imagen: Captura de pantalla. Forbidden Stories reunió a 40 periodistas de investigación para el proyecto Green Blood para investigar las historias que comenzaron otros compañeros, que luego fueron asesinados o blanco de ataques por su trabajo.

¿Por qué esta violencia en contra de los periodistas ambientales es tan poco conocida para el público general?

“No diría que hay un bloqueo en los medios populares”, explicó Jules Giraudat, periodista de investigación en Forbidden Stories, una red de reporteros cuyo objetivo es continuar y publicar el trabajo de colegas amenazados, presos o asesinados. “Le Monde, The Guardian, The New York Times, y El País hablan sobre esto, por nombrar algunos. Sin embargo, dada la escala del problema, esto no es suficiente. Los periodistas y activistas ambientales actúan como vigilantes. Son informantes”.

“La forma en que están estructurados los medios, en especial en Estados Unidos… pone el énfasis en la política nacional”, agrega Simon de CPJ. “Esto era cierto desde mucho antes de la llegada del COVID-19”.

Según Beiser, es una estructura “localista” y “no hay suficiente espacio en los medios, sobre todo los estadounidenses, para cubrir el destino de periodistas en países lejanos”.

Esta visión etnocéntrica de las noticias se puede ver a diario en la web occidental, que presta atención ocasionalmente a las historias que vienen de países en el hemisferio sur.

Desde los años 70 y 80, estos países exigían un mejor equilibrio en la distribución de información a la “aldea global”, tan querida por el académico canadiense Marshall McLuhan.

El New World Information and Communication Order (NWICO) de la UNESCO puede haber superado la prueba del tiempo, después de unos veinte años de debates amargos, pero sigue estando vigente. El hemisferio sur continúa sobrepasado de información que viene del norte. Esta asimetría la avivan las tres agencias de noticias “hermanas”, The Associated Press (AP), Agence France-Presse (AFP) y Reuters.

Los boletines de estas agencias mundiales pueden mencionar el sur, pero la información llega a cuentagotas. Esta es la obsesión de los medios con el occidente, llámese como se llame.

En general, las noticias internacionales son las relegadas de los medios. La razón por la que le dan más importancia a las noticias nacionales, según los responsables de medios, es porque sus audiencias están más sensibilizadas con ellas. El aspecto espacial siempre se debe tomar en cuenta.

Esto se ha comprobado y es cierto cuando dichas noticias vienen del hemisferio sur. Esta información no parece tan digna de aparecer en los noticieros. Los titulares muchas veces se eligen basándose en su visibilidad emocional. 

Aunque el medio ambiente ahora es un tema periodístico “rentable” en occidente, los peligros que conlleva en países del hemisferio sur –periodistas que han sido encarcelados, torturados o asesinados– resultan de menor interés para el público en el hemisferio norte.

¿Periodistas activistas?

Por mucho tiempo, las tensiones entre periodismo y activismo dominaron el reportaje sobre el ambiente en países en vías de desarrollo. Era imposible hacer periodismo sobre el ecosistema sin implicarse de alguna manera. Este reportaje estaba basado en códigos de conducta profesionales que imponían el equilibrio y la imparcialidad (el debate epistemológico sobre la objetividad no se ha mencionado en las redacciones hace mucho tiempo), pero a los periodistas “verdes” no se les consideraba igual que a otros periodistas.

Jean-Baptiste Comby, sociólogo y académico universitario en el Instuto de Prensa Francés, Paris 2 University, recuerda que los “buenos” periodistas no se debían asociar con “activistas”. Esto realmente no es un problema: “creo que los periodistas en la mayoría de las áreas son ‘activistas’ y adoptan un punto de vista. Elegir si se le atribuye importancia a un problema ante los ojos de nuestros colegas es, en sí mismo, un compromiso”.

En todo caso, el periodismo ambiental occidental (que fue activista hasta finales de los 70) se institucionalizó a partir de los 90 y mantuvo su distancia de los movimientos ecológicos en la medida de lo posible.

En el mundo en vías de desarrollo, la línea que divide el periodismo y el activismo se cruza muchas veces: la ecología es diferente a otros temas y muchas veces se trata de un asunto de derechos humanos. Para el periodista indio Arasu la respuesta es evidente: “creo que muchos periodistas en el sur están implicados en, o inclinados a favor, del activismo ambiental”.

Cubrir el medio ambiente en el sentido más amplio (ecología, calidad de vida, entre otros) muchas veces significa ser un catalizador para el cambio. Practican periodismo transformador. Creen que es imposible cubrir el medio ambiente sin abordar el mundo político en el que existe.

El ex editor en jefe de EJN Schonhardt observa que esa implicación no es una regla general: “diría que hay una manera de escribir artículos sobre el medio ambiente sin depender de lo que se podría considerar ‘activismo’, y discutimos esto con los periodistas en nuestros talleres”.

Sean activistas o neutrales, es difícil encontrar una categoría normativa para periodistas en el hemisferio sur, ya que su especialización ambiental también engloba la transparencia de la información, en países plagados por la corrupción y en los que la ecología sigue siendo un problema para los países ricos.

En paralelo, hay activistas ecológicos como la hondureña Berta Cáceres, asesinada en su hogar en 2016, por su campaña contra la construcción de una represa hidroeléctrica en una parte indígena de su país.

Según la organización sin fines de lucro Global Witness, 212 activistas ambientales fueron asesinados en 2019.

Ya sea que los periodistas y activistas se junten o se separen, los riesgos a los que se enfrentan en los países del hemisferio sur son similares, observa Belmaker de Mongabay.

“El ambiente profesional en el que trabaja la mayoría de los periodistas americanos es extremadamente estricto desde un punto de vista ético, y hay muchas oportunidades de aprender de colegas con más experiencia, asistir a más capacitaciones, entre otros”, afirmó Belmaker.  “En los países del tercer mundo, no estás suficientemente inmerso en los estándares profesionales y las mejores prácticas. Es posible que no sepas que no debes entrar a Facebook… [y revelar] sobre qué estás trabajando. Un periodista de investigación en Myanmar hizo esto hace unos años e incluso publicó algunas fotografías desde su aplicación. Lo asesinaron brutalmente y lanzaron su cuerpo a una zanja al costado de la vía”.

Jagendra Singh también tenía una página de Facebook, en la cual publicó información delicada. Antes de su muerte en 2015, estaba investigando a un ministro del gobierno, acusándolo a él y a sus familiares de estar conectados con la minería ilegal de arena de río y de sobornar a la policía para que hiciera caso omiso.

Dos años después de la muerte de Singh, se fundó Forbidden Stories. Cualquier periodista que se sienta en peligro puede usar este sitio web para guardar una copia de la información que ha encontrado y dejar instrucciones en caso de ser arrestado, secuestrado o asesinado. Esta red también permite que sus cuarenta miembros continúen con las investigaciones de sus colegas en el hemisferio sur y publiquen las historias resultantes en unos 30 medios internacionales.

Una guerra ignorada

Sean activistas o no, los periodistas ambientales en el hemisferio sur están librando una guerra ignorada contra las minas, represas, agricultura intensiva, deforestación… y la lista sigue. Solo tienen su arsenal periodístico para defender los recursos esenciales de un ecosistema, donde están ocurriendo cambios fundamentales.

Los censuran, asesinan, torturan y apresan en silencio y, ante la indiferencia general, se quedan en el olvido. Pagan este alto precio como si fueran corresponsales de guerra. Están en un clima hostil y no se ve un rayo de luz en el horizonte.

Este artículo fue publicado por Les Cahiers du Journalisme. Puedes ver la publicación original, en francés, aquí. Fue traducido por Keith Geaney y ha sido editado por razones de estilo y claridad.

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Antoine Char es profesor de la Escuela de Medios de la Universidad de Quebec en Montreal. Ha trabajado como periodista para el diario Le Jour, Agence France-Presse, La Presse canadienne, Inter Press Service y Le Devoir. También es autor de varios libros, incluidos «Deadline America» ​​y «Communications in Times of Crisis».

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